domingo, 12 de octubre de 2008

EDUCACIÓN: SAVATER Y ORRICO.

EDUCACIÓN:SAVATER Y ORRICO.

Incluyo dos artículos sobre educación, de Savater y Orrico. En mi opinión, Orrico acierta más que Savater. Es más, Savater me parece un progre. A pesar de su inteligencia, su cultura y sus méritos cívicos. Pero no conseguirá que no vote a UPyD, aunque, reconozco, que me tienta.


La educación irremediable

Fernando Savater 11/10/2008

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Lo importante es saber quién va a enseñar y qué se va a enseñar. Pero mientras en Europa se debate sobre la relación entre libertad y desigualdad, en España se discute sobre la educación en valores y la inmersión lingüística.

Durante muchos años, algunos nostálgicos hemos mantenido intacto el culto a la escuela republicana francesa como ideal de esa educación ilustrada, igualitaria y laica que en tantos sitios nunca se ha logrado y en otros parece haberse perdido. Sin embargo, hoy también ese envidiable parangón está en entredicho y padece peligrosas asechanzas. Pero como quien tuvo retuvo, esa relativa degradación es vista como un serio problema social y político por nuestros vecinos. Menudean los artículos sobre el tema en los principales periódicos y han aparecido o están a punto de aparecer diversos libros que debaten la situación con amplio eco público. El proceso de corrupción gradual de la escuela republicana sigue pautas que nosotros en España conocemos ya bastante bien: los reaccionarios de derechas que se oponen a la separación efectiva de la Iglesia y el Estado pretenden en cambio imponer la separación gradual del Estado y la educación. A este fin procuran presentar como una "modernización" cuanto favorece el crecimiento de la escuela privada, con un truco impecable: lograr que quienes compiten con ella desde lo privado, por medio de concertaciones, lo hagan con el apoyo de los mismos fondos públicos.

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La educación siempre se deberá enfrentar a otras enseñanzas: las de la calle, las de los más bribones, las de quienes obtienen éxito fácil o resplandor fatuo

El paso siguiente será el bono o cheque escolar, que permitirá a los padres mayor capacidad de elección de centro... lo cual favorece a quienes tienen más nivel cultural previo para ejercer la elección y desprotege a las familias que poco o nada saben de tales cuestiones. Ya no se trata de "los chicos con los chicos, las chicas con las chicas" sino también "los hijos de los cultos y los acomodados con sus iguales, los pobretes con quienes les toque al final de la cola". Como concluyó un estudio llevado a cabo en 2007 por la APED (Appel Pour une École Democratique), "en el contexto de los países industrializados avanzados de Europa occidental, el aumento de libertad de elección en materia de enseñanza primaria y secundaria se traduce como media por un aumento importante de la determinación social de las prestaciones escolares y por tanto de la desigualdad". En Francia esto equivale a un empobrecimiento de recursos para la educación pública, disminución de horas de clase (sólo cuatro días a la semana), temarios cada vez más escuálidos y confusos... Esto es al menos lo que denuncia el diputado socialista Jack Lang, que fue ministro de Cultura y ministro de Educación, en su carta a Xavier Darcos (actual ministro de Educación) titulada L'école abandonée (editorial Calman-Lévy) y también lo que sostiene Muriel Fitoussi en su Main basse sur l'école publique (editorial Demopolis), libros destinados a crear polémica en esta rentrée.

Desde luego, este nivel de discusión no tiene lugar entre nosotros. Aquí la cuestión educativa fundamental es el tema de la asignatura Educación para la Ciudadanía, convertida en problema por la manipulación mentirosa de la jerarquía católica secundada por los representantes más miopes del PP, querella encima achacada por algunos medios a la intransigencia gubernamental, cuando el ministerio ha estado siempre a la defensiva en este tema y de modo bastante timorato. Resulta que después de tantos seminarios y discursos sobre la urgencia de la "educación en valores", ahora los inquisidores decretan que educar en valores es adoctrinamiento intolerable: y últimamente ya no sólo van contra la Educación para la Ciudadanía sino también contra la de Ciencias para el Mundo Contemporáneo, culpable de contraponer el trabajo científico basado en pruebas a las creencias, que quedan reducidas a meras opiniones (según denuncia ese nuevo Malleus Maleficarum que es el suplemento Alfa & Omega de Abc). ¡Y éstos son los que llaman arcaicos a los "progres"!

La segunda preocupación de las autoridades educativas de nuestro país, en este caso nacionalistas, es asegurar la inmersión lingüística de los alumnos y garantizar que no estudien en castellano ni por casualidad para que no se distraigan y aprendan bien la lengua que cuenta, que es siempre la "otra". A este respecto no deja de ser interesante uno de los pocos puntos de acuerdo que tiene Jack Lang con el actual ministro de Educación al que critica en el libro antes mencionado: "Estos programas aprobados por usted se ordenan alrededor de la columna vertebral de la cultura: la lengua nacional, nuestra casa común. De ella procede todo. Hacia ella todo converge. Madre de las otras disciplinas, es el saber de los saberes. Un niño que no encuentra la llave de acceso a nuestra lengua es un niño herido, mutilado, humillado, excluido". Quien así habla -¡no quiero ni pensar lo que le llamarían aquí!- es un socialista francés (no bretón, ni vasco, ni provenzal, ni corso, ni normando, ni...), es decir, una variedad política sin equivalente hoy en España.

De modo que cuestiones más sofisticadas o sencillamente menos sectarias no reciben atención pública ninguna entre nosotros. Por ejemplo, el libro de Daniel Pennac Mal de escuela (editorial Mondadori, con meritoria traducción de Manuel Serrat) ha suscitado un notable revuelo en Francia: no trata de asignaturas ni de leyes educativas, sino del proceso de aprendizaje visto desde el que no aprende, el cancre o zoquete, que en este caso es un popular escritor hablando en primera persona. Una obra paralela aunque con la perspectiva opuesta -el profesor que quiere pero que apenas puede enseñar- fue publicada hace muy poco en España: El profesor en la trinchera, de José Sánchez Tortosa (editorial La Esfera de los Libros). En este caso no hubo revuelo público, ni polémica, ni nada de nada, ¡ay! Ambos libros son alarmantes y divertidos, humorísticos y algo trágicos, aunque a mi juicio es superior el de Sánchez Tortosa, porque el de Pennac -simpático y perspicaz, desde luego- resulta bastante repetitivo y finalmente un poco "blando". Sin embargo, ya digo: como si nada. Si entre nosotros se habla de alguno, será del francés y no del que describe lo que ocurre en nuestros institutos: así vamos, culturalmente hablando.

En cualquier caso, el libro de Pennac tiene muchas cosas valientes y de interés. Por ejemplo, ahora que tanta lata nos dan con que la educación es propiedad de los padres, su defensa del papel de la escuela: "Todo lo malo que se cuenta de la escuela nos oculta los numerosos niños a los que ha salvado de las taras, de los prejuicios, de la abulia, de la ignorancia, de la estupidez, de la avidez, de la inmovilidad o del fatalismo de las familias". Y también su reivindicación del papel singular e inexcusable de los buenos maestros, más importante que los planes de estudio, la tolerancia de los pedagogos progres o la exigencia de disciplina de los autoritarios para rescatar al zoquete de su condición de tal: "Basta un profesor -¡uno sólo!- para salvarnos de nosotros mismos y hacernos olvidar a todos los demás".

Como cualquiera que conoce de lo que está hablando, sea conservador o revolucionario (excluyendo a Jacques Ranciére), Pennac describe el proceso educativo como el choque más o menos violento del saber con la ignorancia. O si se prefiere, del relativo saber con la relativa ignorancia. Esa pugna siempre encierra esfuerzo: "La idea de que pueda enseñarse sin dificultad proviene de una representación etérea del alumno". La sociedad puede obstaculizar la labor de los profesores o retribuirla mal, pero no puede convertirla en un proceso fácil, automatizado. El alumno que no quiere aprender, que se aburre en clase, que piensa en otras cosas, que no comprende las razones por las que se le priva de su ocio y sus diversiones, no es un caso imposible, sino normal. La chiripa es el alumno que no desea más que aprender, que ruega que le enseñen, que se interesa por toda disciplina intelectual: los hay, pero no se puede confiar en su aparición ni exigirlos como no se puede dar por hecho que hallaremos tréboles de cuatro hojas. Pennac avisa a sus colegas profesores: el caso normal es el cancre, el zoquete y no el empollón. Y el buen profesor no es el que se impacienta ante los zoquetes o culpa al universo (o al gobierno de turno) por producirlos, sino quien tiene el sentido de la ignorancia, es decir, quien mejor posee "la aptitud de concebir el estado del que ignora lo que uno sabe". Por eso quizá los ex zoquetes lleguen a ser mejores maestros que los que fueron sabios desde pequeñitos.

La educación es irremediable, no en el sentido de que no tenga arreglo sino porque siempre se deberá enfrentar a otras enseñanzas: las de la calle, las de los más bribones, las de quienes obtienen éxito fácil o resplandor fatuo en los medios de comunicación. Nadie se queda sin aprender, lo importante es saber quién va a enseñar y qué se va a enseñar. Y la pregunta que nos hacemos quienes no queremos que enseñen los peores es: ¿llegaremos a tiempo? -

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LA POLÍTICA EDUCATIVA DE ZAPATERO

Hacia el hundimiento final

Por Javier Orrico

José Luis Rodríguez Zapatero.

La política educativa de Zapatero no podía sino responder a los mismos parámetros esenciales del resto de su actuación: integrismo ideológico, reaccionarismo derogador, ataques a la excelencia, tecnocracia hueca revestida de ampulosidad, adoctrinamiento sectario... Representa, en suma, la consolidación y el agravamiento de los probados desastres que las políticas socialistas han producido en nuestro sistema y un incremento exponencial de la desvertebración nacional y del entreguismo a los nacionalistas.

Las medidas estrella de la legislatura iban a ser, en consecuencia, regresivas: eliminar el procedimiento de selección de los profesores universitarios dispuesto en la LOU de Pilar del Castillo, que intentaba paliar el bochornoso mandarinismo que reina en nuestra universidad, y derogar la Ley de Calidad de la Educación (LOCE), que apenas si había entrado en vigor. De esta manera, se insistía en el sistema instaurado por la Logse socialista de 1990, cuyos efectos ruinosos para nuestra enseñanza eran ya incontestables.

Podían habernos ahorrado la nueva montaña de papeleo y burocracia que supone en la España a diecisiete (excúsenme el barbarismo) cualquier leve variación, pero el caso es que decidieron maquillar la Logse y poner en marcha un restyling de la misma, la LOE. No caigan en la trampa: en España no ha habido cambios en la enseñanza desde la Logse, sino sólo la impresión de barahúnda que produce una administración educativa de taifas en acción.

De la Logse a la LOE

La Logse se erigió sobre unos fundamentos que iban a permanecer intactos en la nueva LOE:

– La comprensividad como dogma organizativo. Espantosa traducción de las comprehensive schools que casi acabaron con Inglaterra, se trataba (y se trata) de que el sistema mantuviera juntos (comprehender) a los alumnos durante toda la escolarización obligatoria, sin más criterio, por tanto, que el de la edad.

No se podían seguir caminos diversos en función del talento, el rendimiento, el esfuerzo o las querencias de los jóvenes. Se reducían al mínimo las repeticiones y se relajaban los filtros (exámenes, promociones de curso, etc.), pues, de haberse mantenido la exigencia, la comprensividad habría resultado insostenible. Su finalidad no era, pues, extender la instrucción para todos, sino la ficción de que todos accedieran a la misma instrucción, aunque fuera ninguna. "Nada para todos", fue su lema.

Por lo demás, es fácilmente comprensible que unos chicos a los que se obliga a permanecer donde no quieren ni ya entienden nada, a los que se niega la libertad de elegir y comprometerse con otras posibilidades orientadas al aprendizaje de una profesión, produjeran una constante perturbación en las aulas, lo que impedía no sólo su progreso, sino el de todos. Si a ello unimos la impunidad de las conductas "disruptivas" (el gracioso término que los psicopedas usan para encubrir el gamberrismo y hasta la delincuencia); la total falta de consecuencias disciplinarias de la zafiedad, la insolencia, la agresión verbal e incluso física, la radical negativa al estudio y la evidencia de que, quien repite curso una vez, es promocionado al siguiente "por imperativo legal" (PIL) sin necesidad de que apruebe una sola asignatura, tendremos un panorama aproximado del imperio absoluto de mala educación en muchos de los centros españoles desde hace quince años.

No es tanto un problema de violencia, que la hay, a veces soterrada, a veces patente, sino de pérdida absoluta de respeto a los demás, en un reino de pequeñas vilezas sobre el que crecen jóvenes desnortados, consumistas y aburridos por la ausencia de cualquier referente cultural y ético.

– El constructivismo como dogma didáctico. La desaparición de los conocimientos del eje de la enseñanza-educación a que obligaba la comprensividad se apoyaba en un nuevo y rusoniano paradigma: el conocimiento no puede recibirse, sino que ha de ser construido por el propio alumno desde su experiencia vital y social.

El conocimiento no existe, pues, como valor universal. De hecho, el conocimiento es tan relativo como plurales las personas y los contextos culturales (esto les gusta mucho a los nacionalistas y a los multiculturalistas, pues elimina lo común y la posibilidad de un canon). Su última versión es, por eso, el socio-constructivismo, que es una especie de relativismo del relativismo. El profesor ya no debe enseñar, por tanto, pues eso supone una imposición, sino sólo acompañar al alumno. Hoy es un "mediador didáctico".

Les aseguro que todo esto no es una broma, sino una de las razones clave del descrédito de la profesión y del desistimiento en que han caído muchos profesionales, crecientemente afectados por patologías de índole psiquiátrica.

Además de esos principios fundamentales y de la estructura del sistema, se mantenía algo incluso más importante: el lenguaje, la jerga pedaboba que se había adueñado de todas las administraciones educativas. Y el lenguaje es el mundo. (Mientras no volvamos a usar el español para hablar de enseñanza, nada podrá cambiarse). Entonces, ¿para qué hacer una nueva ley? Aparte de la función simuladora, tan cara a ZP, estaba la contribución a la estrategia general de presentar al Partido Popular como una organización antidemocrática que había elaborado una ley, la LOCE, sin consenso (lo que había que reprocharle a la Ley de Calidad era exactamente lo contrario: que no hubiera intentado arrancar de raíz el sistema Logse), mientras que ellos, los nuevos paladines a la taza del diálogo, iban a traer una ley con el apoyo de todos, menos de un PP "aislado".

En realidad, los más interesados en la derogación de la LOCE eran los nacionalistas, sobre todo en lo referente a una reválida de Bachillerato que podía suponer la homologación de conocimientos y la comprobación del funcionamiento del sistema en todas las comunidades autónomas.

Algo que sí ha hecho la LOE es ir más allá en la degradación de las exigencias. En 3º y 4º de la ESO –igual que ha dictaminado Cabrera con la promoción entre 1º y 2º de Bachillerato– se puede pasar de curso, y puede uno itularse, hasta con cuatro asignaturas reales, lo cual supera todo lo conocido. La trampa consiste en lo siguiente: en 3º y 4º de la ESO las asignaturas Física y Química y Biología y Geología, que la Logse unificó, vuelven a ser dos, como en la LOCE; pero, ¡ay!, a la hora de computar se convierten en una. Magia potagia. Sí, son dos, pero cuentan como una. Y como se puede pasar de curso u obtener el título "excepcionalmente" con tres materias pendientes, y como una de las tres pueden ser estas dos en una, nos encontramos con la posibilidad de obtener el título de la ESO con, por ejemplo, Matemáticas, Lengua Española y Literatura, Física y Química, y Biología y Geología.

Mercedes Cabrera.Es un método ingenioso de reducir el fracaso escolar. También podría pagarse más a los profesores que más aprueben, como van a hacer en Andalucía. Si la medida se extiende, y así terminarán exigiéndolo los sindicatos, grandes coautores de todo lo ocurrido, no cabe duda de que habremos acabado con los insidiosos suspensos. Ya no habrá ni que hacer exámenes, y la felicidad reinará en la España plural.

El currículo vacío

Con todo, si cupiera, seguramente lo más grave de lo realizado por la Administración Zapatero sería el desarrollo de la LOE. Ya la Logse determinó el principio de disolución del sistema educativo español mediante la entrega a las comunidades autónomas de hasta un 45% de los planes y programas, quedando en manos del Estado lo que se llaman "enseñanzas mínimas".

De la lectura de las últimas enseñanzas mínimas se desprende que son, en efecto, muy mínimas: no hay nada. Todo se formula en términos de melifluas actitudes, procedimientos y algunos contenidos, poquitos, siempre ambiguamente expresados; con una doble finalidad: que sobre el vacío se alce la pura doctrina, en la dirección política correcta, y que las comunidades autónomas, en su adaptación, puedan crear programas tan distintos como para que en dos generaciones desaparecezca cualquier vestigio de la idea de una España de todos. Muchas han elaborado ya o están elaborando sus propias leyes educativas.

Un ejemplo bastante escandaloso, aunque no se haya enterado casi nadie, de manipulación al servicio de los nacionalistas es el trile con la lengua materna realizado al hilo de las competencias básicas, que en Europa se llaman "clave". Se trata de un corpus de referencias para homogeneizar y contrastar la eficacia de los diferentes sistemas educativos europeos que fija explícitamente dos competencias lingüísticas para todos los países de la Unión: la competencia en lengua materna y la competencia en lenguas extranjeras, que en la reformulación española de la LOE aparecen fundidas en una sola "competencia en comunicación lingüística".

Milagro. ¿A alguien, en cualquiera de las comunidades donde se practica la inmersión lingüística, con lo que se niega a los ciudadanos el derecho a elegir o, al menos, a escolarizar a sus hijos de manera equilibrada en las dos lenguas oficiales, se le ocurre alguna explicación? Bajo ZP, la inmersión lingüística se ha extendido hacia el objetivo confeso de los independentistas: un sistema bilingüe catalán/vascuence/gallego-inglés en el que el español acabe desoficializado y reducido a una lengua familiar de uso minoritario.

Educación para la Ciudadanía: las cumbres de ZP

Pero la cumbre borrascosa de nuestro señor ZP y de su ayo Gregorio –más por su valor metafórico sobre la autocracia zapaterista que por sus consecuencias reales– ha sido, sin duda, la Educación para la Ciudadanía. Algo que pudo ser útil, si se hubiera limitado a una enseñanza de la Constitución, ha devenido en símbolo de un sistema concebido para la implantación no ya del marxismo-leninismo, lo cual sería algo, sino de todos los tópicos de la corrección política.

La obsesión "afectivo-emocional", un territorio tan delicado, en el que antes nos educaba la literatura (son mucho más de fiar Flaubert y Rojas, Shakespeare y Galdós, que Victorino Mayoral), linda el bochorno. Y si esto es grave, más lo es el que lo estén aplicando a sangre y fuego. Que quienes han inventado cómo convertir dos asignaturas en una para que nadie suspenda estén tomando auténticas represalias contra los jóvenes que se resisten a ser manipulados, expulsándolos y amenazándolos, una vez más, con el infierno.

La verdad última de la educación socialista es, por tanto, una gran carcasa de ignorancia y doctrina que, si no se corrige radicalmente, terminará por hacer del nuestro un país, más que de servicios, de servidores, y cuando ya todos los puestos estén ocupados. La enorme confusión que reina en nuestras aulas proviene de la difícil coexistencia de las dos lógicas contradictorias que aquí se han esbozado: la de los docentes que aún pretenden enseñar algo, aunque cada vez sepan menos qué y para qué, y la de un sistema que juega a las ficciones igualitaristas y sólo produce desigualdad y desidia. Pero a Zapatero y a sus socios no les preocupa la excelencia que nuestros jóvenes habrán de necesitar en un mundo de naciones emergentes con sistemas educativos rigurosísimos. Sólo persiguen que, si nos hundimos, nos hundamos todos.

Salvo los privilegiados, claro. La reforma de la universidad, que merecería un artículo completo, y el mantenimiento de la Logse nos conducen sin remedio a este panorama: unos estudios trivializados que producirán una verdadera selección basada en las disponibilidades económicas del estudiante. Sólo los hijos de la alta burguesía y del funcionariado socialista podrán, como ya pasa, pagar las más elitistas escuelas medias y superiores privadas o extranjeras. El futuro ya está aquí: Enseñanza Sucédanea Obligatoria (ESO) para los humildes y auténtico saber para el que pueda pagarlo. El hundimiento definitivo de la utopía democrática y del proyecto ilustrado. Una muesca más en la culata de Zapatero.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo no entiendo como los alumnos que no quieren cursar EpC tengan tanto problema por apostatar y en cambio en 1ª de primària del centro público donde va mi nieta, la religión (incluida en el tiempo lectivo ordinario) sea voluntaria, y los niños cuyos padres no desean religión para sus hijos puedan pasar estas dos horas (lectivas) jugando, o sea Recreo añadido.Carmen

Anónimo dijo...

Y tampoco entiendo porque en la mayoria de las escuelas no se pone al menos la enseñanza en castellano al 50 por ciento, pues está al 0%. y porqué los padres se callan.