EL OCASO DE LA BURGUESÍA CATALANA.
Acaba de presentarse el ensayo –en lengua catalana—La cultura de la codicia, del historiador Francesc Cabana, y el evento ha coincidido con la consternación que está causando entre la burguesía catalanista de Barcelona el descubrimiento de que uno de sus iconos, uno de sus personajes emblemáticos, uno de sus referentes sociales, uno de esos “hombres que hacen país”, nada más y nada menos que Félix Millet, ha saqueado el Orfeó Catalá-Palau de
La fechoría de Millet, vicepresidente también del Teatro del Liceo, ex vicepresidente de
Lo que ha ocurrido es bastante simple de relatar: Millet, un ciudadano catalanista de larga trayectoria familiar y personal de “servicios al país”, amparado en su prestigio personal –iba a ser condecorado con la medalla de oro de
Por encima de toda sospecha, Millet logró que hasta 200 empresas integrasen el patronato del Palau, y obtuvo patrocinios y mecenazgos generosísimos. El presidente de la institución engañó a todos mucho tiempo, hasta el punto de conseguir un consorcio integrado por
“Desconcertados e irritados”
Ahora no ha ocurrido como en 2005 cuando el entonces presidente de
Pero esta vez, la burguesía catalana no ha podido evitar que la implosión se produjera: los periódicos barceloneses, habitualmente muy contenidos en determinado tipo de denuncias, han abierto compuertas con titulares insospechados (“La sociedad civil catalana, en el diván”) y crónicas descarnadas. Y con extensísimas informaciones, siendo la más relevante la que ha relatado con pelos y señales cómo
El dedo acusador se dirige, no sólo a las muy ilustres familias que formaban parte del patronato y el entorno del Palau (el vicepresidente de la entidad, Manuel Carreras, es presidente del Círculo Ecuestre, otro símbolo de la burguesía catalana), sino también a los consejeros convergentes de Economía y Cultura, Francesc Homs y Joan Vilajoana, respectivamente, que no actuaron, a lo que se ve, con la diligencia debida.
El caso Millet está propiciando en realidad un severo enjuiciamiento a la clase dirigente adinerada de Cataluña, esa que milita en Convergencia o en Unió, esa que nacionaliza todo aquello que singulariza al Principado y lo reformula en términos de diferencia abismal con lo que le rodea, desde el Barça hasta
Roca verbaliza –desconcierto e irritación— el estado anímico de la burguesía catalanista que ha perdido pie, se ha dado cuenta de que el andamiaje de la farsa ya no se sostiene y empieza una nueva etapa porque la de su hegemonía está en el ocaso. La izquierda socialista le gana en progresía y los republicanos de ERC le adelantan en independentismo y radicalidad. No gobiernan allí; tampoco tienen la influencia de antaño en Madrid con un Zapatero que se entiende mejor con un desclasado como Jaume Roures que con un Javier Godó, y que considera “más de su tiempo” a un Isak Andic, propietario de Mango, que a un Rodés, como ha apuntado con perspicacia el escritor Francesc Cabana, autor de un decisivo libro de plena actualidad ahora: La burguesía catalana.
Millet tira de la manta
Ahora bien, ¿ha entonado el catalanismo burgués el “adiós a la vida” de Puccinni voluntariamente como si de una representación de Tosca en el Liceo se tratase? De ningún modo: cuando Millet se vio atrapado por la investigación de
Es Millet el que con el reconocimiento de su culpa y contagiándola a su entorno cultural, político, amical y de clase, mete el bisturí al enfermo y proclama a los cuatro vientos que el régimen de la burguesía catalanista ni administraba tan bien los recursos como decía hacerlo, ni era riguroso en los controles de los fondos públicos, ni profesionalizaba las relaciones entre instituciones.
Y todo esto ocurre a poca distancia temporal de las elecciones autonómicas en Cataluña, en fecha previas a la sentencia del TC sobre el Estatuto y con una Generalidad de izquierdas que, después de reconocer también pagos indebidos y nepotistas por importes que resultan ridículos ante las proporciones del saqueo del Palau, hará del caso Millet un acta de acusación a un catalanismo burgués cuyo tiempo histórico –como está ocurriendo en el País Vasco—ha pasado. Y es que los nacionalismos regimentales van sucumbiendo por una incompatibilidad radical con el tiempo histórico que vivimos. Por eso, el caso Millet pasa de constituir un caso aislado y concreto a una categoría de determinada sociología nacionalista y endogámica.(José Antonio Zarzalejos/El Confidencial)XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
LAS FRAGANCIAS DEL OASIS.
¡Pobre Catalonia! Si el tiempo histórico del catalanismo burgués ha pasado, ahora viene el rojerío nacionalcatalanista, progresista y emancipador, para sustituirles. ¡Pobrecitos!
'Otros vendrán que bueno me harán', que dijo aquél.
Sebastián Urbina
2 comentarios:
Me decepciona bastante que el Profesor Urbina cite al antiguo director de ABC, que estuvo a punto de cargarse un periódico centenario.........
Lo importante es lo que se dice y cómo se justifica. No quién lo dice. Para no caer en la falacia ad hominem.
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