domingo, 27 de junio de 2010

COMUNISMO.

Día 27/06/2010 - 15.40h (ABC)

Mi padre, Vladímir Alexándrovich, participó en la toma del Palacio de Invierno durante la Revolución Bolchevique, en octubre de 1917, y en el arresto de los miembros del Gobierno Provisional. Estuvo también en Barcelona en los años 1936 y 1937 en calidad de cónsul general de la URSS. Había sido un hombre muy próximo a Lenin y defendía la idea trotskista de la Revolución Permanente.
Intimó con Lluís Companys, presidente de la Generalitat e Cataluña, a quien intentó ayudar en todo lo que pudo. Pero toda una sucesión de infortunios, los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona, la derrota en Teruel y la decisión de Stalin de deshacerse de toda la vieja guardia revolucionaria, especialmente de los leales a Trotsky, llevaron a mi progenitor al paredón. Fue llamado a Moscú en diciembre de 1937 y ejecutado en la cárcel moscovita de Butírskaya el 10 de febrero de 1938. Yo estaba entonces a punto de cumplir los 18 años.
La desgracia se cebó con nuestra familia. Mi madre, Rosalía, se suicidó,y a mí, según la ley que penaba a los familiares de «raidores a la patria»,me enviaron en 1940 a un Gulag(siglas de la llamada Dirección Estatal de Campos de Concentración). Desde entonces y hasta 1953, on algún que otro pequeño intervalo, estuve confinado en seis Gulag: primero en Vorkutá, cerca del inhóspito Mar de Kara;después en Turkmenistán, en Kamishin (a orillas del Volga), en las afueras de Moscú, en Pechora y otra vez en Vorkutá.

Las condiciones de vida en los campos eran insufribles: intenso frío en invierno, mala alimentación, enfermedades, trabajo extenuante y atroces castigos por cualquier minucia. El Gulag era, no solo un instrumento represivo del terror estalinista, sino también una forma de obtener mano de obra gratis para la realización de faraónicos proyectos,como los canales Moscú-Volga y la unión de los mares Blanco y Báltico, además de la explotación de los yacimientos de Kolyma, en la región siberiana de Magadán, y la construcción de líneas de ferrocarril en zonas remotas.

Millones de personas han pasado por los cientos de campos de concentración de la URSS. Muchos murieron en ellos y otros quedamos marcados para siempre. Por eso he querido con mis libros desenmascarar la diabólica naturaleza del régimen estalinista. Todos deben conocer lo que hizo aquel déspota sanguinario.

En 1980 publiqué en Nueva York «etrato de un tirano»,donde esgrané la naturaleza del cruel dirigente. Cuatro años más tarde fui nuevamente arrestado, acusado de propaganda antisoviética y expulsado de Moscú. Tenía 64 años y había perdido casi la vista. Pese a ello, fui objeto de un acoso permanente por parte del KGB.

En 1986, al año de la llegada al poder de Gorbachov, me dejaron por fin tranquilo. Pero empecé a notar una cierta simpatía de las nuevas generaciones hacia la figura de Stalin. Decidí que era imperioso refrescar la memoria colectiva y no cejé hasta que logré permiso para abrir el primer museo en Rusia sobre el Gulag. Funciona desde 2004 y se encuentra n el centro de Moscú, en el número 16 de la calle Petrovka. Les invito a visitarlo.

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