Locura sobre Gaza
Publicado el 03-06-2010 , por Rafael L. Bardají
Israel es un país peculiar: no sólo es el único creado por mandato expreso de las Naciones Unidas, sino que también es el único al que se le priva del derecho a actuar como todo los demás.
Haga lo que haga, siempre se le condena. En el reciente asalto a la mal llamada “flotilla de la paz”, en realidad flotilla de la provocación, no podía ser de otra manera. Medios de izquierda y de derechas corrieron a juzgar y condenar a Israel por el “baño de sangre”.
Y tras los periodistas ávidos de dramatismo (de los más de 30 muertos iniciales al final de los 9, por ejemplo), los gobiernos de todo signo y, cómo no, ese sacrosanto lugar para tiranos, dictadores, demagogos y proliferadores en lo que se ha convertido las Naciones Unidas.
Penoso que nadie levante un dedo para criticar el inaceptable comportamiento de un miembro de la OTAN, como es Turquía, que ha apoyado, alimentado y hecho posible el envío de unos barcos a fin de quebrar una política instaurada por un país como Israel, que mantiene un acuerdo de cooperación individual con la Alianza, y a la que ya hubiera debido ser invitado a participar plenamente.
¿Nadie se atreve a decir que no sólo es intolerable, sino que es condenable y que así no se entra en la UE? Erdogan no sólo se ha acercado con este hecho a los terroristas de Hamas y a todos los islamistas radicales del mundo islámico, sino que ha dado por bueno el principio de que se puede recurrir a cualquier tipo de instrumento para forzar a un socio y aliado.
Patético que un líder que está en plena ruta de islamización de uno de los pocos estados modernizadores del Islam, un país acusado de genocidio por sus atrocidades contra los armenios, pase a ser ahora el ariete contra Israel, la única democracia occidental en Oriente Medio, fastidie o no. Y qué decir del Gobierno español, el único del mundo avanzado (en la medida en que sigamos siendo parte del mismo) en llamar a consultas al embajador israelí.
Precisamente nosotros, que sufrimos en 1975 una situación similar, con los cientos de miles de ‘pacifistas’ marroquíes ocupando el Sáhara y abriendo un conflicto que está aún lejos de poder resolverse. Precisamente nosotros, que sufrimos la ocupación de Perejil, que de no haber sido recuperado por la fuerza, quién sabe, tal vez ya no tuviéramos ni las Chafarinas ni ninguna otra isla de los alrededores y, seguramente, hubiéramos quedado expuestos a otras mareas humanas sobre Ceuta y Melilla.
Ahora que Marruecos vuelve a poner sobre el tape el futuro de ambas ciudades españolas, la acción de firmeza israelí viene a decir al mundo, sobre todo a ese mundo musulmán que se cree hoy con derecho a todo, que hay límites que no se pueden cruzar. Si el Gobierno español del 75 se hubiera plantado como el de Netanyahu, nadie nos reclamaría hoy Ceuta y Melilla. Desgraciadamente, optamos por la locura colectiva. (Rafael Bardaji)
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