AL FILO DE LO IMPOSIBLE.
Pocas elecciones autonómicas habrán llevado la carga épica que se asoció a las de Andalucía. Libraban allí los dos grandes partidos su último gran duelo del ciclo electoral marcado por la crisis, y esa circunstancia ampliaba el campo de batalla. Subrayó el PP lo decisivo de la cita con las urnas, que el propio Rajoy elevaría, imprudente, a “una cita con la Historia”, mientras los socialistas, ignacianos que en tiempos de tribulación no hacen mudanza, reponían sus clásicos en blanco y negro; uno de terror con la derecha en plan Drácula y otro de Felipe como abuelo Cebolleta con sus historietas sobre la caverna. Aún así, no se les vio con la combatividad que se les supone a unos soldados que defienden el único bastión y, prácticamente, la única trinchera que les resta. Como si Griñán, que es un José Antonio oculto tras un Pepe, no fuera tan de los suyos como fingen, y entregados al fatalismo, hubieran descontado un varapalo. ¡Ay de mi Alhama!
La única fuerza a la que debía vencer el PP era la inercia, pero la inercia es sumamente poderosa y no se doblega fácilmente ante la realidad, llámese corrupción generalizada o brutal desplome económico. Andalucía supera en ocho puntos la media española de desempleo y emerge como un trágico Everest en la triste Himalaya del paro, pero hasta la más dramática de las situaciones choca con el muro que levantan treinta años de hegemonía de un partido. Más si ha patrimonializado la Administración hasta extremos inauditos y escandalosos, incluso en nuestra partitocracia.
Quien se pregunte cómo es posible que una comunidad sea gobernada por los mismos durante tres décadas, lleva la respuesta en el interrogante. La permanencia incentiva la permanencia. Y si hay unas parcelas donde el voto permanece fiel es en los ámbitos autonómicos y locales. Los más cercanos también para tejer los clientelismos y complicidades que se erigen en baluartes del feudo.
Los socialistas interpretarán el resultado, a pesar de su retroceso, como un rechazo a los ajustes y reformas del Gobierno nacional. Igual que el PP hubiera aireado una mayoría absoluta en Andalucía como un plebiscito favorable a su política económica. Pero ese carácter tan suyo del feudo hace que la explicación en clave interna resulte más plausible. La aversión al riesgo primó sobre la ilusión del cambio, como dicen los políticos en cursi. Y ganó el “Virgencita, que me quede como estoy”, aunque será difícil que el deseo se cumpla. Rubalcaba pidió que no se le dieran las llaves a la derecha y se las han dado ¡a Cayo Lara! La izquierda resiste, sí, pero quizás Andalucía no resista a la izquierda. En cuanto a Arenas, el vencedor derrotado, ya veremos.
La Sra. Losada es periodista y escritora. Comentarista político de esRadio. Autora de Morfina roja (Libros Libres, 2008) Miembro del panel de Opinión de Libertad Digital.vvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvv
¡ VIVAN LAS 'CAENAS'!
Hoy, se ha avanzado una hora en todos los relojes de España. Incluida la Bética, donde tendrían que haberse adelantado treinta años si no fuera por el “¡Vivan las caenas!” del pueblo soberano. Y es que, mucho más que a la prosaica liturgia de la alternancia política, Andalucía estaba llamada a un acto de higiene cívica, de genuina profilaxis institucional.
Empeño acaso aventurado en una comunidad donde el diecisiete por ciento del censo bosteza en el escalafón del funcionariado autonómico. A estas horas, bien podríamos estar glosando la caída del último reducto del maoísmo en Occidente. A fin de cuentas, tanto el Gran Timonel Griñán como sus ancestros han asentado su poder omnímodo en el cerco de las ciudades por el campo.
Una asfixia, la de la Andalucía moderna, urbana y emprendedora, solo posible merced al entramado caciquil muñido en el agro durante más de tres décadas. Pero ni en Corea del Norte ni en el Palacio de San Telmo ha llegado todavía el instante procesal de poner un pie en el siglo XXI.
Andalucía, una Sicilia sin luparas pero con padrinos en cada capital de comarca cuya perentoria desinfección sanitaria habrá de esperar otros cuatro años más. En puridad, quien nunca acaba de morder el polvo al sur de Despeñaperros no es algo más o menos emparentado con la socialdemocracia, sino la vieja España sórdida de los lienzos de Gutiérrez Solana.
Un paisaje humano carcomido por la desidia de una Administración parasitaria, el fatalismo del pueblo y la desesperanzada de los mejores. Se cierra así un ciclo que empezó en la novena provincia con el desahucio del tripartito. El que ha llevado a la derecha democrática a la mayor borrachera de poder de toda su historia. Con apenas ese punto negro en Sevilla, quizá para recordarle a Rajoy que también él es mortal. Un Rajoy que ya tiene como primer rival a la desafección en las urnas.
Igual en Andalucía que en Asturias, la abstención es indicio de un malestar muy de fondo. La crisis. Caldo fácil de todas las demagogias, comienza a cuajar un cierto poujadismo en el ambiente. Un descrédito populista de los políticos que, más pronto que tarde, podría abrir las puertas a algún sucedáneo doméstico de Le Pen.
El desastre económico, por mucho que repitan lo contrario, no se gestó en la política, pero podría llevarse a la política por delante. Y la deserción en estas elecciones es otro síntoma que conviene no ignorar. En cuanto a lo de Asturias, parece que los casquistas van a tener que entenderse con Cascos. En fin, como dijo el Caudillo cuando aquello: no hay mal que por bien no venga.
El Sr. García Domínguez es economista, comentarista político de esRadio y ABC. Miembro del panel de Opinión de Libertad Digital. Sígalo en Twitter: @jg_dominguez
2 comentarios:
En las recientes elecciones andaluzas, pese a todos los pesares, no obstante los más de treinta años ininterrumpidos de inefable gestión socialista, pese a la crisis nacional y de la propia comunidad, sin importar los escándalos que se han aireado, todo y con eso, “la PSOE” se lleva nada menos que el 39,52% de los votos emitidos, sólo superada por el PP, que la gana con un magro 1,14% más.
Aun cuando puedo equivocarme, esas cifras me dan, dadas las actuales circunstancias, una idea muy aproximada y, creo, fiel, del nivel de apesebramiento y clientelismo enraizados profundamente en esa sociedad. Es razonable que la gente bendiga la mano que le da de comer, aunque sea poco en muchos casos, y con más motivo cuando alcanzan a pagarse comilonas pantagruélicas y ostentosas mariscadas. Sería de malnacido no agradecer que recientemente tuviera don ZP el detalle de rebajar sueldos y congelar las pensiones de quienes han trabajado toda una vida a la vez que abarataba el acceso a los subsidios del PER a gentes que quizás no sientan mucho entusiasmo por el curro y que han sido acostumbrados a esperar el maná que siembra “la PSOE” y que, en última instancia, se paga con nuestro dinero, con nuestro esfuerzo, con nuestro sacrificio.
Si hubiera una posibilidad legal de rebelarse fiscalmente contra estos atropellos, sin duda me apuntaría. Porque no solamente contribuimos todos, con nuestro trabajo, a la eternización de ese partido en la Junta, es que, además, toda esa multitud de estómagos agradecidos les mantienen con opciones permanentes de recuperación del poder central a pesar de las calamidades que ya hemos vivido en las épocas de Mr X y del supervisor de nubes.
En definitiva, si se pasan reiteradamente, todos, por el arco del triunfo artículos de la Constitución como el número 2, ¿porqué ha de ser intangible el tema de la solidaridad entre las regiones de este país? ¿Porqué ha de contar una comunidad mal gestionada con los mismos recursos de que disfrutan otras más industriosas o mejor administradas? Que se suavicen las diferencias, vale, pero ¿igualarlas, homologarlas? ¿A santo de qué?
Me parece que habría que repensar la cuestión de las ayudas y administrar las subvenciones con criterios mejores que los fundamentalmente políticos y conste que soy padre de un hijo que probablemente no trabajará en su vida, afecto de un TDAH y trastorno límite de la personalidad a quien, ahora, con los recortes, se le ha suspendido la modesta ayuda que venía recibiendo. Por que, con algunas excepciones, y sin contar con el casi inevitable clientelismo, las tales ayudas pueden acabar acostumbrando a una comunidad a la profesionalización del paro, a que otras comunidades nacionales y europeas trabajen por y para ella. ¿Cómo se compadece que tengan una tan alta tasa de desempleo y, pero, tan elevada inmigración (que también hemos de mantener) currando en invernaderos u otras ocupaciones que tanto cansan, animalicos?
Arcoiris:
Creo que tienes toda la razón.
Después de ver lo visto, opino que los andaluces se merecen que los políticos se vayan de putas y se pongan ciegos de coca con su dinero.
Y es que en España no cabe un tonto más... por eso nos estamos llenando de inmigrantes que acabarán con nosotros, porque saben aprovechar el estúpido comportamiento permisivo de nuestros políticos, y las nulas ganas de trabajar de nuestros beneficiados del PER.
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