martes, 24 de junio de 2008



24/6/2008.

CONGRESO DE VALENCIA.




La traición y la respuesta

24 de Junio de 2008 - 10:20:08 - Pío Moa

El congreso de Valencia puede pasar a la historia por los discursos de Acebes y Aznar, que marcan claramente la traición de Rajoy, aunque no exponen una línea de acción contra ella; o por la imposición definitiva de la línea Zapo-bis. Si aquellos discursos marcan el comienzo de una campaña contra la felonía rajoyana, todo puede corregirse aún. Si marcan solo una protesta testimonial e inane, la situación empeoraría mucho. No es cuestión de que Rajoy tenga o deje de tener suerte en las próximas elecciones. Podría tener suerte perfectamente, al menos la suficiente para mantenerse, sobre todo si no encuentra una oposición firme con un programa claro. Se trata de si la política anticonstitucional y de balcanización de España va a encontrar oposición seria o no.

En cuanto a la traición de Rajoy, dudo que proceda de México. Quien siga su trayectoria puede apreciarla desde su campaña electoral de 2004. Entonces parecía simple torpeza, pero ya nadie puede creerlo así.

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IGNACIO SANTA MARÍA/PAGINASDIGITAL.ES
Una de las razones del amplio apoyo obtenido por Rajoy y su equipo de confianza este fin de semana ha sido la especial generosidad que han mostrado hacia muchas de las enmiendas presentadas a las ponencias oficiales. Especialmente bien tratadas han sido aquellas voces críticas que querían reafirmar la verdadera identidad de España, la defensa del modelo constitucional y señalaban la amenaza de Educación para la Ciudadanía
El congreso del PP no ha sido un simple cierre en falso de la crisis. Rajoy ha demostrado tener algo más que el control del aparato. Ese amplio porcentaje de votos favorables (84%) pone en evidencia que el líder gallego ha sabido superar las adversidades y recabar estos últimos días más apoyos a su candidatura. No le han respaldado sólo aquéllos que tienen sueldo del partido, como maliciosamente recriminaban algunos. Mientras tanto, sus detractores no han sabido articular una alternativa sólida y unida. Aunque han hecho mucho ruido, se ha visto que son pocos y muy heterogéneos.
Es verdad que muchos compromisarios han optado por votar a Rajoy para, una vez que no había ninguna otra candidatura, potenciar al menos la imagen de un PP fuerte y unido. Pero también es cierto que una parte de ese 84% se explica porque, en la recta final del 16 Congreso, tanto él como su nuevo equipo de dirigentes han sabido tener cintura al aceptar en gran número enmiendas muy razonables a las ponencias.
Una de las clave de su éxito ha sido la flexibilidad, la permeabilidad y la apertura hacia dirigentes que han jugado limpio y de forma leal y transparente, presentando enmiendas que buscaban dotar de una mayor sustancia al discurso político.
De este modo, han llegado a buen puerto muchas de las enmiendas que ponían énfasis en la reivindicación del modelo constitucional y la unidad de España frente al desafío nacionalista y los diversos oportunismos, en la denuncia de la intromisión doctrinaria de Educación para la Ciudadanía y el reconocimiento del derecho de la objeción frente a la asignatura, que hacían hincapié en el apoyo real a la familia como principal elemento vertebrador de la sociedad.
Rajoy ha sido implacable con quienes trataron de forzar su dimisión mediante presiones y zancadillas pero ha premiado a quienes desde una postura crítica han jugado limpio y con responsabilidad, llenando los preocupantes vacíos que se advertían en la ponencia política elaborada por Soria y Sánchez Camacho.
El ejemplo más claro es el de Alejo Vidal-Quadras, una voz crítica con la ponencia oficial que, además de ver confirmada y aceptada una buena parte de sus tesis, ha conservado su puesto en el Comité Ejecutivo Nacional. El europarlamentario catalán consiguió una transaccional que respeta lo esencial del contenido de la enmienda que presentó junto a Santiago Abascal, Eugenio Nasarre, Luis Fraga, Vicente de La Quintana y Carlos Delgado, que incluye como cuestiones principales la verdadera identidad de la nación española y la conveniencia de una reforma de la Constitución para reforzar sus principios y reconocer su vitalidad y vigencia.
Por supuesto que el peligro del "pensamiento blando" está muy presente y es creciente en el PP. Esa suerte de discurso relativista y oportunista, que sitúa el acceso al poder por encima de los principios, sigue avanzando posiciones, pero el Congreso también ha servido para que las tesis anteriormente citadas no sean desechadas como antiguallas.
El reelegido presidente Rajoy debe tomar nota de la lección: ha de desterrar las rigideces y los tics autoritarios; encerrarse en una camarilla de asesores adulones sólo le restará apoyos y le hará más débil. No es el Rajoy del discurso de Elche o el del enfrentamiento con San Gil el que podrá optar a la carrera por la presidencia del Gobierno sino el candidato que es capaz de abrirse y valorar las corrientes de pensamiento que aportan ideas razonables y realistas y son fieles a los principios que dieron origen al partido.
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JOSÉ JAVIER ESPARZA
El Congreso de Valencia ha reafirmado a Rajoy. Poco más se puede decir. Bajo la superficie del festival político queda la política de verdad: lo que la gente quiere, los principios que la mueven, su idea sobre cómo debería ser su país. Pero eso es lo que en Valencia apenas si se ha visto en alguna parte.
La derecha española tiene una serie de principios a los que no debe renunciar si quiere seguir siendo lo que es. Todos los conocemos: la unidad nacional, la libertad personal, la libertad de educación, el derecho a la vida, un concepto natural –otros dicen “tradicional”- de la moral social, la defensa de la familia, etc. Todos esos principios han sido severamente sacudidos por el zapaterismo. Por eso la gente se ha echado a la calle varias veces, y en masa, para defenderlos. Como esos principios son irrenunciables, la gente espera que su partido de referencia, que es el PP, los defienda. Puede defenderlos de una u otra manera, con unos u otros discursos, con un talante u otro, pero debe quedar claro qué es lo que se está defendiendo.
Frente a eso, el PP es un partido que desde hace años viene incidiendo ante todo en su vertiente “técnica”: hay que ser reformista, moderado, etc., para ganar el poder. Es un discurso sobre cómo hacer las cosas. Ahora bien, ese discurso exige un terreno previo: saber qué es lo que se quiere hacer. ¿Y qué quiere hacer el PP? ¿Sólo ganar el poder? ¿Para qué?
Hasta hace algún tiempo, todos sabíamos más o menos qué es lo que el PP quería hacer, y coincidía aproximadamente con las posiciones de la derecha social. Pero hoy todo eso ha cambiado. Hoy ya no sabemos qué quiere el PP. ¿Unidad nacional? Sí, bueno, pero el baile de las reformas estatutarias ha sido secundado en Valencia y Andalucía, gobernadas por el PP, y las políticas monolingüístas de Baleares y Galicia arraigan sobre un humus creado también por el PP. ¿Defensa de la vida? Pues según y cómo, porque el aznarismo toleró la vulneración masiva de la ley del aborto y hoy, en comunidades gobernadas por el PP como Madrid, las clínicas abortistas tienen más ayuda oficial que las asociaciones provida. ¿Libertad de educación? El PP la ha defendido, pero por barrios: en Castilla y León y en Navarra, por ejemplo, está persiguiendo a los padres que quieren objetar a la asignatura Educación por la Ciudadanía. Son sólo tres ejemplos. Bastan.
El PP es un partido, es decir, un aparato de poder. Representa a muchos millones de españoles, pero tiende a separarse de ellos, a mirarlos por encima del hombro. Para mucha gente de la que ahora se sienta en la cúpula de Génova, el pueblo es un engorro. Por ejemplo, muchos de estos mandamases consideran que las manifestaciones masivas de la anterior legislatura fueron un error, porque “crispaban el ambiente”. ¿A quién “crispaban”? Ante todo, al poder, es decir, a ellos, que se consideran antes miembros de una casta que portavoces de una sociedad. De hecho, aquellas manifestaciones fueron convocadas desde la calle y el PP sólo se sumó a remolque y no siempre de buena gana. En esta legislatura, si por el PP ha de ser, no habrá manifestaciones. Se escogerá el modelo tecnocrático o, más bien, partitocrático, que es el que gusta en Génova. No es “autoritarismo”; es “señoritismo”, que es peor. Para llamarse “Popular”, hay demasiado poco pueblo en esa casa. El modelo Rajoy, por lo que va pareciendo, acentuará este mal.
Ante eso, la derecha social española se va a sentir huérfana, como se sienten ya los padres objetores de conciencia en Castilla y León o los grupos provida en Madrid, por ejemplo; como se sienten, también, los cientos de miles de votantes del PP desconcertados por la defenestración de María San Gil. Es muy posible que esa orfandad se resuelva en simple y pura resignación, como le ha pasado ya otras muchas veces al “inconmovible macizo de la raza”, que decía Ridruejo. Pero también es posible que no.
De momento, la prometedora red que la derecha social ha ido construyendo en estos años –uno de los fenómenos sociológicos más notables de los últimos tiempos en España- debería ir preparándose para el momento de la verdad: el PP no será su paraguas, tendrá que valerse ella por sí misma. Le ha llegado la hora de hacer comunidad. Miremos a Italia.
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Me parece que el Congreso de Valencia, como todo tipo de actos de parecida naturaleza, no debe verse de forma aislada. Es decir, no debe verse como si el tiempo se parase, en un momento determinado, y pudiéramos entenderlo al margen de su pasado y de sus contextos. La impresión que me produce el actual PP, que se verá confirmada, o no, en este año y el siguiente (elecciones de por medio) es que la derrota electoral la ha entendido en clave muy similar a la expandida por el pesoe y sus 'terminales mediáticas'.

Pero debe hacerse una firme distinción. Entre lo que no es discutible, que han perdido las elecciones y lo que es discutible. Es decir, el motivo o motivos que alegan. Que es (o son) parecido al expresado por la prensa progre, que es fuerte mayoría.
El motivo de la derrota es que el PP se ha limitado a crispar. No sirve acudir al diccionario y buscar el significado de la palabra. Me parece más significativo acudir a las hemerotecas y comprobar el tipo de oposición que hizo el pesoe cuando estuvo en la oposición. ¿Hay grandes diferencias? ¿A favor de quién?

Luego está el antidemocrático Pacto de Tinell y el 'cordón sanitario'. ¿Quién crispa? Me parece que hay muchas personas (incluidas muchas del PP) que confunden el crispador (sea el que sea) con la designación mediática del crispador. De forma parecida a como el genocidio de Darfur existe, si la prensa y la televisión nos machacan con los asesinatos y violaciones que se suceden a diario, la crispación del PP existe si la mayoría mediática repite que los crispadores son los populares.
Si la mayoría de la gente lo cree, el círculo se cierra. Sólo queda rectificar.

No niego que, en más de una ocasión, los dirigentes populares pudieron añadir serias propuestas, además de poner en evidencia los errores del Gobierno o de mostrar su discrepancia y controlar al Ejecutivo. Que esa es la labor de la oposición. Pero, en conjunto, la fama de crispadores se debe a la masiva dirección anti-derecha de los medios de difusión españoles. Y a pesar de que mienten, ni siquiera es necesario hacerlo. Basta magnificar algunas cosas y poner en sordina a otras.

Con lo cual, llegamos a una conclusión. Los dirigentes del PP, no sólo deben hacer una buena oposición (riguroso control de gobierno y hacer propuestas) sino buscar la manera de hacerla llegar a la mayor gente posible. Tienen que asumir que deben contrarrestar la fuerte presencia mediática adversa. Creo que esta es la adversa realidad. No sirve conformarse y quejarse. Hay que hacer algo más en este terreno.


Una segunda conclusión tiene que ver con lo que he dicho en algunos de mis artículos referidos a la política balear. Los gobiernos peperos han enfatizado su dimensión técnica. Como si no fueran, además, políticos que hacen política. El anterior Presidente Matas perdió las elecciones, con gran sorpresa por su parte. ¿A qué se debía la sorpresa? A que estaba convencido de que la 'gestión del PP' era superior a la de los partidos, digamos, de izquierdas. Y es cierto. Normalmente, la gestión de la derecha es mejor que la gestión de la izquierda.
Pero Matas (y muchos peperos siguen por ahí) pensaba que 'ya tenía' los votos populares y de lo que se trataba era de conseguir votos 'de fuera'. Por eso hizo su fichaje estrella, Pau Janer, de claras antipatias al PP. Pero era 'progre' y nacionalista. Se suponía que esto iba a dar una imagen 'abierta y flexible' del Partido Popular. ¡Así nos votarán más!. Ampliaremos el espectro. No fue así.

Me temo que, salvando las distancias, Rajoy está en un camino similar. También creo que se equivoca. Hace ya tiempo que la apesadumbrada contemplación de la realidad política cotidiana, la lectura diaria de periódicos y revistas y, entre otros, el libro de Sosa Wagner, 'El Estado fragmentado', me convencieron que estábamos en una peligrosa deriva. Y la solución no era negar el problema, ni disminuir la velocidad de la nave.
La política adecuada es modificar la dirección de la nave. Para eso hace falta creer en el nuevo rumbo, o sea, tener principios y no sacrificarlos y confundirlos con los medios. Es bueno ser simpático, pero no es lo más importante. Las formas juegan un papel, pero no el de dirigir el barco.

Dudo que Rajoy tenga la clarividencia y el valor de afrontar los graves retos que este pesoe y los nacionalismos periféricos le arrojan a la cara. Pienso que, con mayor o menor fortuna, va a contemporizar para no hacerse el 'antipático'. Tener una buena 'actitu' de centro. Pero hay tormenta y se debe agarrar el timón con fuerza. Esto sucede si uno conoce dónde quiere ir y tiene la determinación de llegar al destino.



Sebastián Urbina.

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