8/6/2008-
Reproduzco este artículo, por su interés.
UNA PERSECUCIÓN INTOLERABLE.
En la actual polémica lingüística entre el Gobierno social-nacionalista de las Islas Baleares y la compañía Air Berlín estamos alcanzando cotas de absurdo impensables en cualquier país civilizado. Recordemos los hechos: el Govern, a través de su directora general de Política Lingüística, Margalida Tous, insta por escrito a la compañía aérea a fomentar el catalán entre su personal a fin de que las azafatas se dirijan a sus pasajeros en el idioma de Llull. El director general de Air Berlín, Joachim Hunold, contesta a esta impertinencia mediante un editorial de la revista que edita, en el que se lamenta de que el castellano sea tratado en Baleares como “una lengua extranjera más”, se pregunta si también deberán dar cursos de vasco y gallego puesto que Air Berlín vuela a Bilbao y a Vigo y, en definitiva, se niega a asumir la propuesta de normalización lingüística de la comisaria Tous, una negativa que reitera, junto con su respeto hacia los catalanohablantes, el responsable de la compañía para España y Portugal, Álvaro Middelmann.
La reacción no se hace esperar: Carod-Rovira (el líder oficial del separatismo catalán) y el presidente Montilla (su colaborador) apoyan la iniciativa de sus amigos baleares por medio de una carta en que la Generalidad recuerda a Air Berlín que opera en seis aeropuertos de los Països Catalans; la Plataforma per la Llengua (una asociación separatista) llama al boicot contra Air Berlín; el Lobby per la Independència (una banda xenófoba que sobrevivió a las últimas glaciaciones en Mallorca) llama a Hunold “puta nazi boig” o “nazi subnormal”, y a Álvaro Middelmann “fatxa foraster madrileny”; Joves de Mallorca per la Llengua (una plataforma juvenil separatista) organiza una manifestación ante la sede de la empresa; el diario Avui echa leña al fuego y publica, entre otras cosas, que el 94% de sus lectores (muy escasos, como todo el mundo sabe, pero casi todos separatistas) exige disculpas de Air Berlín; Joan Puig, exdiputado de ERC (y por tanto separatista), difunde en su blog un montaje fotográfico en que se mezcla el logo de Air Berlín con la svástica y propone hacer google bombing con él; la Obra Cultural Balear (un chiringuito separatista muy bien montado), por medio de su inefable Oficina de Derechos Lingüísticos, propone también bombardear la dirección de Air Berlín con un mensaje en el que, conforme a su habitual estilo subvencionable, no recurre al insulto; y, en fin, todo el submundo catalanista se esfuerza por presentar la inaudita intromisión de la comisaria Tous en los asuntos privados de una compañía privada como si fuese un ataque (“atac nazi”) de ésta contra el catalán y los catalanohablantes, lo cual es radicalmente falso.
(Hay que apuntar, porque nunca está de más, que toda esta ruidosa campaña se hace fundamentalmente con el dinero del contribuyente. No hace falta decir de quién cobran Tous, Carod o Montilla; la Plataforma per la Llengua, la Obra Cultural Balear y Joves de Mallorca per la Llengua están generosamente subvencionados por los ejecutivos catalán y balear, Avui sobrevive exclusivamente gracias a las subvenciones y la publicidad institucional; y Joan Puig vive o ha vivido de los presupuestos públicos. Pero no es nada nuevo: ya deberíamos saber que toda campaña separatista en España se hace con cargo al dinero de nuestros impuestos.)
En este ambiente exento de presiones, como hemos podido comprobar, el presidente de Baleares, Francesc Antich, insiste hoy en que el Govern se reunirá con Air Berlín para tratar este asunto de normalización del catalán. Según Europa Press, Antich opina que “el Ejecutivo tiene la obligación de ir avanzando en la normalización lingüística” y esto no es incompatible con el fomento del turismo o las buenas relaciones con las empresas; es algo “que se tiene que hacer, se debe llevar a cabo de común acuerdo y hablando entre todos”.
Recapitulemos. 1. La comisaria Tous envía un requerimiento improcedente a Air Berlín para que ésta se dirija a sus pasajeros en catalán (una aspiración que hasta el momento no parecía un clamor popular). 2. Air Berlín contesta educadamente que no comparte ese punto de vista y que como se trata de una compañía privada y no presta un servicio público aplicará sus propios criterios. 3. El separatismo catalanista en pleno le echa sus perros rabiosos y subvencionados, que insultan, muerden los tobillos y se esfuerzan por poner contra la pared a los directivos de Air Berlín. 4. En este punto interviene el presidente Antich, pone cara de buena persona y afirma que, puesto que, nos pongamos como nos pongamos, la normalización es algo que se debe hacer, será mejor (dado el ambiente que una directora general de su gobierno y sus socios en el mismo se han encargado de crear) que lo hagamos por las buenas y hablando. ¿La vieja táctica del poli malo y el poli bueno?
Pero Antich, por más que lo repita, miente: la normalización no es algo que se tiene que hacer. Es un mecanismo uniformador esencialmente perverso, que tiene por objetivo modificar las dinámicas sociales en torno al lenguaje y la mitología separatista y que por supuesto no es obligación de ningún gobierno, sino una elección libre y basada en presupuestos ideológicos o estratégicos. Cuando alguien quiere presentarnos su propia decisión como una obligación ineludible, hemos traspasado una línea peligrosa, la misma que traspasamos cuando consideramos los asuntos privados de una empresa privada objeto de regulación pública: la del totalitarismo. Porque aquí, entendámonos bien, la única obligación que tiene el presidente Antich, o que ha decidido tener, es la de cumplir sus compromisos con los cinco partidos radicales que le permitieron alzarse con el poder habiendo perdido las elecciones, cinco partidos minúsculos que van desde el oportunismo puro y duro –aunque en cada caso por diverso motivo– de Unió Mallorquina o Izquierda Unida hasta el separatismo recalcitrante del PSM o ERC; cinco partidos en sí prácticamente irrelevantes, pero que reunidos en torno al PSOE de las islas invalidan el 47% de los sufragios que recibió en las autonómicas del año pasado el PP, cuyos dirigentes, si les queda decencia, se estarán arrepintiendo hoy de las leyes normalizadoras que aprobaron en el pasado.
El presidente Antich podría optar también por cumplir sus compromisos con la Constitución respecto del castellano, o con el sentido común, o con el sentir infinitamente mayoritario de los mallorquines, que asisten a este espectáculo de sus políticos tan ajenos e impotentes como al espectáculo de corrupción desbocada que los juzgados van destapando con cuentagotas durante los últimos meses. Pero no: Antich prefiere conservar el poder, aunque esto sólo le haya servido para promulgar tres leyes en todo un año parlamentario, y para ello tolera y defiende que los radicales a quienes ha entregado el control de las áreas de gobierno relacionadas con la cultura y la llamada política lingüística presionen de manera intolerable a una empresa que genera en Baleares mucha más riqueza de la que ellos sabrán generar nunca. Espero que los abogados de Hunold y Middelmann encuentren viable esa querella que están estudiando y que Air Berlín le caiga encima a los responsables de esta persecución vergonzosa con todo el peso de la ley. Entre tanto, aquí tienen mi modesta solidaridad con la compañía, y también mi tristeza: pobre España.
Juan Luis Calbarro.
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