viernes, 16 de abril de 2010

LA IZQUIERDA REACCIONARIA.






EL DELIRIO ES CONTAGIOSO.


En mi otra patria, Argentina, se ha movilizado también el garzonismo. Las Madres de Plaza de Mayo, secundadas por los artistas de la Zeja local y otros prohombres, de los cuales el más notable es Horacio Verbitsky, director del diario Página/12, de izquierda oficialista, se han puesto manos a la obra para que el franquismo sea denunciado, investigado y condenado por los tribunales porteños, en base al principio de jurisdicción universal del que se valió el juez Garzón para encausar a Pinochet.

Yo, que he sido exiliado durante no pocos años —con el afortunado amparo de la doble nacionalidad, todo hay que reconocerlo—, temo a la jurisdicción universal más que al agua el gato escaldado. Lo escribí en el cenit del proceso Pinochet: si alguien puede perseguir judicialmente a Pinochet fuera de Chile, ¿qué le hubiese impedido a Pinochet perseguir judicialmente a exiliados chilenos fuera de Chile? Los persiguió, sí, pero de modo extrajudicial: a la manera mafiosa, ordenando, por ejemplo, el asesinato de Orlando Letelier en los Estados Unidos, lo que determinó un cambio de política del Estado americano en su apoyo a las dictaduras del Cono Sur, como ha contado hace poco Henry Kissinger.

Argentina procesó a los responsables de la dictadura que rigió entre 1976 y 1983, lo que es natural y territorial. Sólo Afonsín, con todo lo que representaba en aquel momento, podía abrir una causa de ese tipo. Después, él mismo tuvo que empezar a ceder, amenazas de golpe de Estado por medio, con las leyes de obediencia debida y punto final. Menem completó el retroceso con el indulto. Los Kirchner, tras el hallazgo de los crímenes contra la humanidad, decidieron la reapertura de muchos procesos, cuyos jueces tardan más en pronunciarse que el TC con el Estatut. Y, por supuesto, nunca se abrió causa alguna por terrorismo.

Como la izquierda argentina está encantada de haberse conocido y campa por sus respetos en la Casa de Gobierno, donde la Madre Hebe de Bonafini, proetarra, castrista y devota de Ben Laden —celebró el desplome de las Torres Gemelas—, entra y sale cuando le viene en gana, sin cita previa, y como los militares están presos y sin ejército, y como los montoneros ocupan cargos importantes en todas las jerarquías, y como Garzón es un amigo, pues no se les ocurre mejor muestra de solidaridad con el juez, ni mejor entretenimiento, que tomar la causa general contra el franquismo como cosa propia. El delirio es contagioso. ¿Viajará Berzosa a Buenos Aires? ¿O el tío de la Trini?

Horacio Vázquez-Rial es escritor. (Factual).

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