02/06/2010 - Manuel Jabois (Pontevedra)
Una fotografía de la Axencia Galega de Noticias ilustra la luna de miel que César Antonio Molina (A Coruña, 1952) vivió en la política. En ella, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se inclina hacia él riéndose de oreja a oreja, y el escritor ríe mirando al frente mientras Emilio Pérez Touriño, jefe del Ejecutivo gallego, intenta saber qué pasa. Es el 28 de febrero de 2008 y los tres están en A Coruña, en un mitin socialista durante la campaña de las elecciones generales que le valieron a Zapatero un segundo mandato. Un año después, el presidente del Gobierno lo llamó al despacho y lo destituyó esgrimiendo unos motivos, dice Molina en esta entrevista, en la que no se anda con chiquitas, «tan nimios que avergüenzan a quien los dijo».
César Antonio Molina, que da una charla mañana a las 20 horas en Caixanova invitado por Diario de Pontevedra y Ateneo, no olvida la ciudad del Lérez: el nuevo edificio del Museo, el río, la Illa das Esculturas. «En esta ciudad llegué a una serie de acuerdos y promesas que espero que se cumplan o se hayan cumplido», dice al presentarse por teléfono. ‘Lugares donde se calma el dolor’ (Destino, 2009) es la última obra de su vasta bibliografía.
Su conferencia aborda los viajes a través de sus literaturas, así que se supone que darán varias vueltas al mundo.
Yo he escrito de ciudades, del presente en ellas, de su pasado también. Está muy arraigada en mi literatura la idea del movimiento. También el estatismo, pero fundamentalmente el movimiento. Yo creo que se puede pensar muy bien cambiando de lugar, conociendo las diferentes culturas y religiones.
¿Muta la escritura con el paisaje?
En mi caso no. Yo sólo puedo escribir en mi casa rodeado de mis libros y de mis objetos. Pero sí amplía el pensamiento y las ideas. Eso se traslada a la hora de escribir, aunque yo sólo me puedo sentar en mi ámbito. De viaje tomo muchas notas, apuntes, me hago con documentación. Y escucho a la gente, naturalmente.
Usted ha hecho del conocimiento la primera fuente de placer de su vida.
Para mí no hay mayor labor en la vida que el saber. Hay que tratar de ser consciente de por qué estamos en el mundo, para qué hemos venido. El trabajo intelectual para mí ha sido vital en el sentido más extremo de la palabra. Y sin él no hubiera podido vivir.
Ha dicho que Internet supondrá un «cambio de civilización».
Estamos en el inicio, sí, de un cambio radical en la manera de entendernos y comunicarnos. No somos conscientes de hasta dónde llegaremos. Pero el inicio lo estamos viviendo: esto no se va a parar porque el desarrollo tecnólogico no se para jamás. Es una revolución mayor que la máquina de vapor, los coches, la radio, el cine… Es un cambio revolucionario muy grande y estamos en sus albores. Nos queda mucho para dilucidar lo que significará.
¿Navega mucho?
Yo utilizo Internet con normalidad. No estoy obsesionado. Yo sigo leyendo, oyendo música, yendo al teatro, al cine y demás. Hay un equívoco gigantesco, que es pensar que en Internet está la sabiduría de todo, y que estando ahí, a nuestro alcance, nosotros también la tenemos. Es un error de una gravedad oceánica.
¿Tiene espacio un intelectual en el mundo de la política?
Difícilmente.
¿Por qué?
Porque la política tiene sus propias normas. Y los intelectuales somos demasiado libres para adaptarnos a unas normas en las que primero, y antes de defender al Estado, se defiende los intereses de los partidos. Yo siempre me he considerado un patriota de mi país, y siempre lo he defendido a él antes que a los partidos.
El lunes publicó un artículo en El País en el que criticaba el desapego de la política hacia la cultura. Lo hacía poniendo como ejemplo los discursos. Las citas o referentes que se incluyen en ellos, los políticos las saltan.
Es la burocracia del poder en todos los sentidos. Hay una vergüenza y un complejo de inferioridad respecto a la cultura. Y es una especie de rechazo. Todo lo contrario de lo que debería ser. Los representantes del Estado deberían ser siempre los ejemplos morales, estéticos y culturales de un país y, no se sabe muy bien por qué, no es así. Con la cultura están acomplejados. Piensan que la democracia consiste en rebajar el nivel cultural y no aumentarlo.
¿Tiene algo que ver con la educación?
Este país arrastra desde hace más de 500 años un problema de educación. De saber. De conocimiento. Hay falta de formación de los grupos dirigentes. Y por lo tanto se tiende a ese político profesional sin formación, sin experiencia, acomplejado. Es un mal ejemplo para el resto de los ciudadanos.
El día 7 de abril de 2009 a usted le llama José Luis Rodríguez Zapatero a su despacho y le destituye como ministro de Cultura. ¿Puede aclarar qué ocurrió?
No ocurrió absolutamente nada porque no había ninguna razón para ser destituido. Simplemente él me dio unos motivos nimios que prefiero ahora no comentar porque sería avergonzar a quien me los dijo.
¿Mantener la paridad en el Gobierno fue uno de ellos?
Bueno, un motivo podría ser ése, y el otro por esa palabra tan ilustre que es el glamour.
¿Glamour?
Sí, sí, sí. Tal cual.
¿Zapatero le destituyó por glamour?
Por buscar, supongo yo, una chica joven.
¿La paridad y el glamour son los dos motivos que esgrimió Zapatero para destituirle?
Sí, así es.
¿Le comentó que pensaba en Miguel Bosé para sustituirle?
En absoluto. A mí no me dijo nada de eso. Yo no le pregunté nada porque no me interesaba. Aunque él me dijo quién me iba a suceder, a mí me dio igual. Eso ya era un problema de él.
¿Le decepcionó Zapatero?
Es una persona de buenas maneras, pero es una persona que no escucha.
Se declara patriota y ha dicho que tiene un «pedigrí de izquierdas de los más antiguos de España». ¿Qué le está pareciendo la gestión del Gobierno?
Lo he dicho antes.
¿Es un Gobierno que no escucha?
Es una persona que no escucha y que sólo se fía de sí misma.
¿Eso en el poder es un defecto?
Es un defecto gravísimo. Yo siempre he escuchado a mis colaboradores; al haberlos nombrado yo, confío en ellos. Siempre los he escuchado. Y siempre he actuado de esa manera. Lo que no puedes hacer es nombrar a ministros a los que luego no escuchas.
Quizás a usted también le nombró por glamour. Para tener junto a él a un intelectual famoso.
No, por glamour a mí no. A mí me llamó porque mi larga trayectoria en el mundo de la cultura es conocida no sólo nacional sino internacionalmente. Soy una persona de prestigio intelectual. En ese momento pensó que yo le beneficiaba, y en otro momento pensó que le beneficiaba otra persona, de la misma manera que dentro de un tiempo pensará en otra. Yo jamás actuaría así.
¿Qué le está pareciendo el trabajo de Ángeles González Sinde, su sucesora en el Ministerio?
No opino. Yo opino de mi tiempo y de mi época. De lo que yo he hecho, no de lo que hagan los demás.
En una entrevista dijo usted, a propósito de ese tiempo suyo en el Gobierno, que lo veía como un «tiempo brillante».
A mí la opinión pública me ha respaldado permanentemente. Por cada ciudad y por cada sitio que voy la gente me para y me felicita. El aprecio y el cariño de todo el mundo es impagable. En poco tiempo hicimos una gran labor, que ya veníamos haciendo de manera gigantesca en el Instituto Cervantes abriendo 25 institutos en tres años y haciendo dos congresos de la lengua. Mi trayectoria es muy larga, está ahí. Yo me llegué a presentar como diputado socialista por mis ideas socialistas, pero parecía que eso no era suficiente.
¿Se le pedía algo más?
Algo más o algo menos. O simplemente que aquí los intereses son muy nimios y cotidianos. El tiempo ha demostrado todo lo que yo he hecho; el trabajo que hicimos. Y en un año, en fin, ya hemos visto por dónde han ido los tiros.
¿Ha aprendido algo en la política?
Algo fundamental: no debe haber profesionales de la política. En ella tienen que estar los mejores en cada momento porque es una actividad generosa, como ya dijeron los clásicos griegos. No pueden protagonizar la política personas que no han hecho otra cosa en la vida más que dedicarse a ella, vivir de ella y estar aterrorizados porque no saben de dónde vienen ni a dónde van.
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¿Quién es más idiota, ZP o el que le vota?
1 comentario:
Yo creo que el más idiota
es quien vota.
Porque pienso que un idiota,
es un sujeto que actúa
sin juicio ni discreción.
Pero aquel que se aprovecha
de que existen los idiotas,
y a su costa se sitúa,
medra, crece y se enaltece,
no es idiota, es un cabrón.
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