(He 'colgado' este artículo por dos motivos. En primer lugar, para felicitar a la autora, Marta Barroso. En segundo lugar, para poner en evidencia la cretinez (hablo en términos generales) de la sociedad en que vivimos. Me refiero a lo 'políticamente correcto'.
Pocos hombres se atreverían a escribir este artículo por miedo a ser calificados de 'machistas'. Gracias a Dios yo no tengo este miedo, porque las acusaciones estúpidas no deben afectarnos. Solamente deben preocuparnos las acusaciones fundadas. Llevo años haciendo y diciendo lo que me parece correcto, y me he ganado a pulso las descalificaciones.
Insisto, la cretinez no debe imponerse por ridículos miedos. Porque ayudaremos a construir una sociedad cretina. Y lo 'políticamente correcto' es una cretinez. Nace de la izquierda, pero la derecha (utilizo derecha/izquierda por simplificar) acomplejada sigue la ruta indicada por sus adversarios ideológicos.
Los populares actúan como dóciles ovejas, con las excepciones de rigor. Basta ver que lo que ha hecho el gobierno Rajoy con las cuestiones ideológicas, si así las podemos llamar. Empezando por la excarcelación del terrorista Bolinaga y terminando...
Pues eso, no podrían escribir el artículo que acabo de 'colgar'. ¡Cagones!)
EL
GALLINERO.
Dos
mujeres juntas son multitud. Además de un peligro. Tres, dinamita. A partir de
éste numero soy incapaz de encontrar la terminología adecuada. ¿Locura?
Auténtica locura. Para ellas y para los que las rodean. Seamos justas, sí, seamos justas: entonces, no hay
quien nos aguante. Ni que decir tiene si el número supera al veinte. Hablamos
ya de un fenómeno paranormal. De locura colectiva. Como el caso de un gran
grupo que conozco que se autodenomina «El Gallinero».
Gran acierto el término
escogido. Gran verdad. Lo de las mujeres y las gallinas. Igualitas: la que
no corre, vuela, y la que no grita
que se de por anulada. No existe. Muere en el grupo. Por no saber alzar su
voz, grito o chillido, a los decibelios establecidos en el gallinero. O
cacareas al ritmo que te marcan para ser escuchada o date por perdida.
Escribo y visualizo. A unas y a
otras. Con el buche bien hinchado. Aleteando. Gesticulando. Depende del caso.
Con la alegría de poder expresar las emociones. Sin cerrar el pico.
Porque no
hay gallo, o gallito, que corte el entusiasmo o monte el pollo. Mirando a unas
y a otras. Que de tanto mimetizarse las mujeres, como las gallinas, ven por
todos lados. Todo ojos. Todo oídos. Todo pico. Bien abierto. Ahora lo
entiendo: la verborrea que tanto nos caracteriza tiene su razón de ser. Lo leo
en abc.es -el periódico digital líder en España- y obtengo así la razón para
defenderme si el enemigo ataca. «Lo que hablas», dice; «pues claro», contesto,
«tengo los niveles de la proteína FOXP2 por las nubes y tú no».
Además
de dejarle planchado cuestión de cultura- le dejo sin razón. Porque los altos
niveles de esta bendita proteína (femenina tenía que ser) conocida como la del
lenguaje, que se encuentran en nuestro cerebro (no en los de ellos, evidente),
es el motivo por el cual las mujeres hablamos unas 20.000 palabras al
día. 13.000 más que el género masculino. Eso dice el estudio realizado
por la Universidad americana de Maryland. A mí, la verdad, me parecen pocas.
Si no emiten.
(Marta Barroso/ABC).
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