miércoles, 20 de febrero de 2013

LA JUSTICIA EN ESPAÑA




 (Prisión de lujo en Álava. Pero si es usted un honrado ciudadano que le arreó un viaje a un ladrón que estaba robando en su casa, no se haga ilusiones. Estas prisiones de lujo solamente son para terroristas. Pagadas con los impuestos de los gilipollas, quería decir ciudadanos españoles. )




Cómo actuar ante un robo en casa. (En España, of course)

Me despierta un ruido y miro el reloj de la mesilla de noche. Ha sonado en la planta de abajo. Así que cojo la linterna y el cuchillo K-Bar de marine americano –recuerdo de Disneylandia– y bajo las escaleras intentando ir tranquilo y echar cuentas. Cuántos son, altos o bajos, nacionales o de importación, armados o no. Si estuviera en un país normal, este agobio sería relativo. Bajaría con una escopeta de caza, y una vez abajo haría pumba, pumba, sin decir buenas noches. Albanokosovares al cielo. O lo que sean. Pero estoy en la sierra de Madrid, España. 

Tampoco me gusta la caza ni tengo escopeta. Sólo un Kalashnikov –otro recuerdo de Disneylandia– que ya no dispara. Por otra parte, una escopeta no iba a servirme de nada. Estoy en la España líder de Occidente, repito. Aquí el procedimiento varía. Mientras bajo por la escalera –de mi casa, insisto– con el cuchillo en la mano, lo que voy es haciendo cálculos. Pensando, si se lía la pajarraca, si no me ponen mirando a Triana y si tengo suerte de esparramar a algún malo, en lo que voy a contar luego a la Guardia Civil y al juez. Que tiene huevos.

Lo primero, a ver cómo averiguo cuántos son. Porque si encuentro a un caco solo y tengo la fortuna de arrimarme y tirarle un viaje, antes debo establecer los parámetros. Imaginen que descubro a uno robándome las películas de John Wayne, le doy una mojada a oscuras, y resulta que el fulano está solo y no lleva armas, o lleva un destornillador, mientras que yo se la endiño con una hoja de palmo y pico. Ruina total. La violencia debe ser proporcionada, ojo. 

Y para que lo sea, antes he de asegurarme de lo que lleva el pavo. Y de sus intenciones. No es lo mismo que un bulto oscuro que se cuela en tu casa de madrugada tenga el propósito de robarte Río Bravo que violar a tu mujer, a tu madre, a tus niñas y a la chacha. Todo eso hay que establecerlo antes con el diálogo adecuado. ¿A qué viene usted exactamente, buen hombre? ¿Cuáles son sus intenciones? ¿De dónde es? ¿A qué dedica el tiempo libre?… Y si el otro no domina el español, recurriendo a un medio alternativo. No añadamos, por Dios, el agravante de xenofobia a la prepotencia.

Pero la cosa no acaba ahí. Incluso si establezco con luz y taquígrafos los móviles exactos y el armamento del malo, un juez –eso depende del que me toque– puede decidir que encontrártelo de noche en casa, incluso armado de igual a igual, no es motivo suficiente para el acto fascista de pegarle una puñalada. Además hay que demostrar que se enfrentó a ti, que ésa es otra. Y no digo ya si en vez de darle un pinchazo, en el calor de la refriega le pegas tres o cuatro. Ahí vas listo. 

Ensañamiento y alevosía, por lo menos. En cualquier caso, violencia innecesaria; como en el episodio reciente de ese secuestrado con su mujer que, para librarse de sus captores, les quitó el cuchillo y le endiñó seis puñaladas a uno de ellos. Estaría cabreadillo, supongo, o el otro no se dejaba. Pues nada. Diez años de prisión, reducidos a cinco por el Tribunal Supremo. Lo normal. Por chulo.

Imaginemos sin embargo que, en vez de cuchillo, lo que esta noche lleva el malo es una pistola de verdad. Y que en un alarde de perspicacia y de potra increíble lo advierto en la oscuridad, me abalanzo heroico sobre el malvado, desarmándolo, y forcejeamos. Y pum. Le pego un tiro. Ruina absoluta, oigan. Sale más barato dejar que él me lo pegue a mí, porque hasta pueden demandarme los familiares del difunto. 

Otra cosa sería que el malo estuviese acompañado. En tal caso, nuestra legislación es comprensiva. Sólo tengo que abalanzarme vigorosamente sobre él, arrebatarle el fusco, calcular con astuta visión de conjunto cuántos malos hay en la casa, qué armamento llevan y cuáles son las intenciones de cada uno, y dispararle, no al que lleve barra de hierro, navaja empalmada, bate de béisbol o pistola simulada –ojito con esto último, hay que acercarse y comprobarlo antes–, sino a aquel que cargue de pistolón o subfusil para arriba. 

Todo eso, asegurándome bien, pese a la oscuridad y el previsible barullo, de que en ese momento el fulano no se está dando ya a la fuga; porque en tal caso la cagaste, Burlancaster. En cuanto al del bate de béisbol, el procedimiento es simple: dejo la pistola, voy en busca de otro bate, bastón o paraguas de similares dimensiones y le hago frente, mientras afeo su conducta y le pregunto si sólo pretende llevarse las joyas de la familia o si sus intenciones incluyen, además, romperme el ojete. Luego hago lo mismo con el de la navaja. Y así sucesivamente.

El caso es que, cuando llego al final de la escalera, comiéndome el tarro y más pendiente de las explicaciones que daré mañana, si salgo de ésta, que de lo que pueda encontrar abajo, compruebo que se ha ido dos o tres veces la luz, y que el ruido era del deuvedé y de la tele al encenderse. Y pienso que por esta vez me he salvado. De ir a la cárcel, quiero decir. Traía más cuenta dejar que me robaran.

4 comentarios:

Aurora dijo...

Lo peor de todo es que tiene razón. La Justicia en España está para llorar.

Y ya puestos,Sr Urbina, le cuento un caso que, como abogado,me ha tocado sufrir (y aun estoy traumatizada con él)

Un familiar mío, minusválido, aparcó un día en zona reservada para ellos y coloca en el salpicadero, y bien a la vista, la tarjeta que acredita su condición y que le da derecho a aparcar ahí. Cuando vuelve, ve que le han puesto una denuncia por aparcar en zona de minusválidos.

Cuando llega la multa, compruebo que la razón alegada por el agente en la denuncia era que se había utilizado una tarjeta no válida. Voy a ver el expediente y no dice la razón por la que considera el agente que la tarjeta no es válida, recurro, pido que concreten esa razón, pero el Ayuntamiento, como siempre, desestima el recurso con una frase estereotipada que es la que colocan en la resolución de todos los recursos, y que vale para todo tipo de alegaciones porque simplemente, dice que el recurso se desestima se desestima porque carecen de fundamento. Entonces interpongo una demanda ante el Juzgado de lo Contencioso basándola en que la tarjeta que autoriza el aparcamiento estaba debidamente expuesta y que el agente ni alega ni justifica por qué la tarjeta no es válida.

Y para que quede más claro acompaño al recurso la certificación de minusvalía del conductor, de un 90% de incapacidad y de carácter permanente.

Llega el juicio, comparezco con el interesado en su silla de ruedas, vuelvo a alegar que la tarjeta es válida mientras no se justifique una causa que la invalide; pongo de manifiesto que el Ayuntamiento ni siquiera alega la causa por la que considera que la tarjeta no vale, y el abogado del municipio tampoco la alega en ese momento ni justifica de ninguna manera por qué la archifamosa tarjeta no es válida.

.... y llega la sentencia, y dice el Juez: Para aparcar en zona de minusválidos no basta con serlo, hay que obtener y exhibir una tarjeta.

Y me pregunto yo, cuando hablábamos de la validez de la tarjeta que se puso en el salpicadero del coche en la demanda, en la contestación, y durante el juicio ¿EN QUÉ ESTARÍA PENSANDO SU SEÑORÍA?

.... y menos mal que yo estaba defendiendo a un familiar, pero cuando te hacen una de estas con un cliente ¿qué le puedes decir para que no la tome con el abogado y vaya diciendo por ahí que somos una panda de incompetentes?

Pues eso, que con estos jueces tenemos que lidiar en España.

Sebastián Urbina dijo...

Estoy de acuuerdo, lamentablemente. Es cierto que no todos los jueces son así pero hay demasiado (aunque ignoro el tanto por ciento) que dictan resoluciones incomprensibles para un ciudadano común.

O sea, una persona con estudios medios, que trabaja (aunque ahora hay poner en solfa este aspecto), que ha formado una familia y que tiene una cierta experiencia de la vida. Estos jueces le obligan a palparse la ropa y preguntarse si es tonto, o si realmente existe.

Por no hablar de las p. que han recibido jueces como Calamita o Serrano. es una desgracia que las cosas sean así pero uno se pregunta ¿y porqué los jueces iban a ser más inteligentes y sensatos que el nivel medio de este lastimoso país?

Lo de 'lastimoso' lo puedo decir porque 'amo y odio a España', no como esos remierdosos separatistas que no tienen derecho a mentar a España. ¡Que se callen, coño!

ansiadalibertad dijo...

Es una sensación tan desagradable sentirse atrapado en el país de la anti-meritocracia. Saberse en un lugar en donde cada día es peor que el anterior, donde la competición en ver quién lo hace peor y cómo, a ver quién demuestra ser más gilipollas, a ver quién supera la última salida de madre, a ver quién miente más (no mejor, que eso ya ni importa).

Emigrar es hoy el gran único gran anhelo que quedaría. Pero si no puedes ni planteártelo, solo te queda ajo y agua. Ajoderse y aguantarse porque mandan los peores, votan los idiotas y son mayoría, ganan los violentos y ley protege al fuerte y al delincuente. ¿Quién da más?. Cualquiera. Mañana.

Saludos deprimidos

http://ansiadalibertad28012013.blogspot.com.es/
(reenviado a las redes)

Anónimo dijo...

Aurora,

Vd., por su trabajo, sabe mejor que yo la indefensión ante las admones. que sufrimos los ciudadanos. Los jueces deberían exigir a las admones. mayor diligencia. Pareciera que no lo hacen "no vaya a sentar precedente su sentencia y salgan en los periódicos", así que lo mejor, para ellos, es emitir una sentencia que favorezca al fuerte, a la admón. y para ello, como es su caso, se hacen los despistados, como hacen los políticos cuando les preguntas por una cosa y responden lo que les da la gana.

Saludos. Misael