jueves, 28 de febrero de 2013

ESPAÑA, UN GRAN PAÍS

 
 (Pues sí. No sólo me encanta decirlo, es que lo somos y esto produce urticarias, sarpullidos y flojeras intestinales en muchos antiespañoles que se pasan el día despreciando a España. ¡Pobrecitos!

De todos modos, los conocemos. El rojerío, progres de diverso pelaje, antisistema, populares acomplejados y demás gente de mal vivir. Ahora que estoy lanzado les recuerdo el libro de Pio Moa 'España contra España'. Otro subidón. ¡Que no decaiga!
 
Y todo esto a pesar de Rubalcaba, Cayo Lara, los sindicatos, la prensa progre y el acojono político de Mariano. ¡Qué hubiéramos hecho con Esperanza Aguirre! Por lo menos conquistar el Peñón de Gibraltar. Digo yo.)
 
 
 
 
 
 
 
Déficit

Hemos cumplido porque somos un gran país


      
     
    Visto ya con alguna perspectiva, que en 2012 el Reino de España no declarase la suspensión nternacional de pagos, llevándose por delante el euro y acaso a la propia Unión Europea, constituye un prodigio de política económica lindante con lo milagroso; un hito colectivo que los economistas del futuro estarán llamados a estudiar en sus libros de texto. Cuando nadie daba un duro por nosotros, lo logrado revela que, frente a ese patológico narcisismo masoquista tan hispano, la querencia por el auto-odio, en el que tanto nos place regodearnos, somos mucho más serios y mejores de lo que concedemos admitir. De un tiempo a esta parte andamos empecinamos en querer vernos como la peor chusma del mundo, una nación extraviada que no tiene remedio. Pero no es verdad.
     
    España es un gran país, un país lleno de gente responsable que cumple las leyes y atiende a sus obligaciones. Un esfuerzo nacional como el realizado, algo que sin exagerar un ápice procede tildar de histórico, no se podría consumar con un material humano de valía tan ínfima como se predica. Habría que remontarse al Plan de Estabilización de 1959, adoptado bajo una dictadura militar y atenuado en sus efectos más crudos por la válvula de escape la emigración masiva, para dar con algún precedente análogo. Y, no obstante, se ha logrado, se está logrando, sin que las costuras de la convivencia civil se descompongan.

    Por eso, que España haya domeñado el déficit ante el pasmado asombro de Berlín y Bruselas no constituye únicamente un éxito del Gobierno, sino, y sobre todo, de la sociedad. Sin embargo, el genuino milagro sería que esa terapia de caballo que se nos impone desde fuera sirviese por sí sola para salir del hoyo. O, como reza la jerigonza canónica de los expertos, para sentar las bases de la recuperación por la vía de una contracción expansiva. España acaba de ofrecer en sacrificio ritual ante el altar del euro a toda una generación, la de los jóvenes en edad de comenzar a trabajar. Expiación que se revelará inútil si Alemania persiste en seguir el dogma de los talibanes de la ortodoxia. Hemos demostrando ser una nación capaz de la privación y la renuncia. Que no resulte en vano. (José Garcia Dominguez/ld)

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