martes, 21 de mayo de 2013

LA POCILGA PROGRESISTA







 (Ya he comentado, en este blog, cómo salir del pozo progresista. ¡Anímese!)







LA IZQUIERDA APESTA.   
La izquierda no debate ni transige ni tolera, porque no duda un segundo de su bondad y sabiduría



He repetido a menudo, con esa arrogancia que nos caracteriza a los derechistas, el aserto de que no son ideología, sino tribu. Que la izquierda no debate ni transige ni tolera, porque no duda un segundo de su bondad, sabiduría y belleza. Porque no cree que sus dogmas sean cuestionables ni juzgan a quien los duda como seres quizá bien intencionados aunque ciertamente errados, no: son el mal, la estupidez, la fealdad. No hay nada, absolutamente nada que discutir sino detalles en el estricto club de los buenos, la izquierda.

Y, claro, a veces me planteo si no estaré simplificando para epatar, a pesar de todos los indicios. Por eso me ha tranquilizado y devuelto mi buena conciencia leer a Arturo González en Público.es, La Derecha. Antes de citarlo in extenso, quiero que recuerden que la persona para quien escribe, el dueño de la web, el millonario catalán Jaume Roures, declaró en quiebra el diario, se acogió a la reforma laboral del PP que había criticado con ardor e insistencia, mandó a sus periodistas al Fogasa y constituyó una cuestionable inmobiliaria para recomprar la cabecera libre de polvo y paja, y que todavía no ha pagado todo lo que debe a los despedidos.

 Es decir, es un empresario que se ha comportado como la caricatura de un robber baron en una revista satírica, pero ni don Arturo ni muchos otros rojazos como él tienen inconveniente en seguir en su escudería –iba a llamarlo cuadra, pero me corto–, porque todo el mundo sabe que un explotador no es el que explota, sino el que no tiene el carné adecuado. Y, ahora, cedo la palabra a González:

La derecha es terrible. Implacable, Inmisericorde, incapaz de todo sentimiento. Insolidaria, explotadora, abusadora, ajena a lo que signifique equidad o justicia. Inhumana, el mundo es un laboratorio, una selva, una cámara de tortura, un agujero negro”. Claro, ¿no? Pues esperen, que hay más.

“Son una clase, un grupo, una raza, se entra por rigurosa oposición, por nacimiento, por concurso ideológico, está reservado el derecho de admisión, el enemigo es el Otro, todo el que no pertenece al club. Sanguinaria y exterminadora si hace falta, brutal, hortera, soez, los hijos de sus hijos conforman y escriben la Historia”.

¿Algo más? Sí, todo. Pero solo añadiré un párrafo más, que no es cosa de convertir eso en Público: Les da igual el origen y el fin del mundo y de la vida, Dios es su Dios, falso, inexistente, adorado porque les protege y castiga a los apóstatas. El orden es su lema, la fuerza su divisa, fuera de ellos el caos. La ley es la disculpa, la coartada, la cárcel el hotel de los rebeldes”.

No imagina González cómo agradezco su sinceridad, poner la mentalidad de la izquierda sobre la derecha –un invento suyo, a la altura de su petulancia intelectual– en términos tan claros, y voy a hacerle la cortesía de responder con igual franqueza. José María Izquierdo, ese demoscópico destacado por ser el único que pronosticó la victoria del PP el 13-M, en la presentación de su libro Las mil frases más feroces de la derecha de la caverna’, desafió a nadie en concreto a que le mostrara mensajes tan biliosos en la izquierda como los que citaba en la derecha. Evidentemente, lee poco su propia prensa o la lee, como en el epígrafe de sus colaboraciones en elpais.com, solo con el ojo izquierdo. Le daré unas cuantas frases, si no feroces, sí sinceras, pero que no podrá citar sin hacer referencia antes al artículo que les da excusa.
La izquierda es basura. Es rencor, resentimiento, odio, violencia. La izquierda es la cobarde compulsión de tirar la piedra y esconder la mano en una multitud de manos airadas.

 La izquierda es vivir de los otros y parecer virtuoso. La izquierda es el prietas las filas y la intolerancia. La izquierda es el más insolidario “¿qué hay de lo mío?” disfrazado de solidaridad. La izquierda es el deseo sordo de ajustar cuentas sin parecer vengativo, de buscar venganza amparado en la masa y llamarlo justicia. La izquierda es la religión de la modernidad: no odian a la Iglesia sino porque quieren ser la única Iglesia, y en la cultura lo son y no son generosos en la victoria: no paran hasta el exterminio. La izquierda es una rebelión contra la realidad. 

La izquierda sueña con un hombre imposible y machacará a conciencia a los hombres de verdad hasta que se ajusten al modelo, y cuando la historia señale las montañas de cadáveres, la atroz miseria, los privilegios brahmínicos de los apparitchiki y la opresión inexpresable se lo sacudirán con un gesto diciendo que no era eso. La izquierda condena a la no izquierda por cualquiera de sus fallos –aunque sólo ella habla de modelos perfectos– mientras exige que a ella se le juzgue solo por sus intenciones, siempre excelentes. La izquierda apesta, y no voy a seguir a lo que en este malhadado país pasa por derecha en su babosa deferencia hacia el progresismo.

¡Ah, ya me siento mucho mejor!

Antonio Avendaño, en la misma publicación, viene a darme la razón en su columna La guerra no ha terminado: “Esta semana el Gobierno del PP ha aprobado la nueva ley de educación que el próximo Gobierno del PSOE derogará nada más tome posesión (...) ¿Por qué impulsa la derecha leyes que probablemente sean volteadas por el siguiente Gobierno de signo político contrario?”. Porque, ya ven, la izquierda es lo legítimo, y la derecha, sólo un engorroso y efímero interregno. 

(Julio Echevarría/La Gaceta)

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