(Esto es lo que hay. En España vivimos una legislación garantista, con una fuerte influencia de los jueces 'progresistas'. Son los herederos intelectuales del 'Uso alternativo del Derecho', nacido en Italia, en los años 70, de juristas mayoritariamente de izquierdas. Lo que
pretendían estos juristas, muchos de ellos jueces, era
contribuir a la construcción de una sociedad más justa aplicando los valores más progresistas de la Constitución. Dicho de otro modo, eran jueces 'Robin Hood'. Quitar la riqueza a los ricos para dársela a los pobres, pero en versión moderna. O sea, aplicando las leyes según una interpretación progresista.
Claro que esto dio via libre para que los demás jueces que no se sentían 'Robin Hood' decidieran pararles los pies por medio de interpretaciones diferentes de la ley. Por ejemplo, los tribunales superiores podían modificar, o eliminar, las decisiones judiciales inferiores 'progresistas'.
Pues bien, aquí tenemos un ejemplo. El 'malvado joyero' recibe toda la leña que es posible dar desde una interpretación 'progresista' de la ley. Y los pobrecitos delincuentes reciben el apoyo que es posible dar desde una interpretación 'progresista' de la ley. Porque estos jueces no quieren ser acusados de estar 'al servicio del capitalismo salvaje' y de la 'avaricia de los mercados'.
También los jueces tienen su corazoncito.)
Malvado joyero.
Días
atrás, dos honrados delincuentes asaltaron una joyería del barrio de Salamanca
de Madrid. La hija del joyero no supo dominar su mal carácter y les hizo
frente. Ellos la tomaron para darle su merecido, con toda probabilidad mediante
un disparo en la cabeza.
Entonces
, su padre, el malvado joyero, para salvar la vida de su hija y defender su
negocio, disparó contra los encantadores delincuentes, hiriéndolos de gravedad.
El malvado joyero ha sido imputado por un delito de homicidio frustrado por el
señor juez de guardia.
El
joyero carecía de permiso de armas e hizo uso de una escopeta que pertenecía a
su hija, que sí estaba correctamente documentada con su licencia
correspondiente. Resulta indignante la reacción del joyero. Iban a disparar
contra la cabeza de su hija, pretendían llevarse todo el oro existente en la
joyería – ¡ay, la avaricia!–, y el padre disparó sin tener el permiso de armas.
Los
pobres atracadores tampoco llevaban los permisos correspondientes, pero en los
atracadores, asaltadores y forajidos en general, esa carencia no es en modo
alguno fundamental para nuestra justicia.
El
malvado y precipitado padre y joyero reaccionó de manera excesivamente
violenta. Sabedor de que carecía de permiso de armas, tendría que haberse defendido
con los puños o bien con las uñas, siempre y cuando que con sus golpes no
pretendiera hacer daño a los incautos atracadores. La única que podía usar el
arma, la hija, no pudo hacerlo por hallarse en manos de los asaltantes.
Y
el padre, saltándose a la torera las leyes, lo hizo con grave imprudencia y
extrema celeridad, amén de excelente puntería. Ajustándose a la ley, tendría
que haber acudido a una dependencia de la Guardia Civil , la más cercana a la
joyería, y examinarse a toda prisa para obtener el permiso, pero tan loable
acción cívica conllevaba el peligro de que a su vuelta, su hija estuviera
muerta con un disparo en la cabeza y la joyería completamente desvalijada.
No
obstante, el juez ha considerado que su irreflexiva reacción es merecedora de
una imputación por homicidio frustrado. Y como uno de los asaltantes fallezca a
causa de las heridas, al malvado padre se le va a caer el pelo en la cárcel.
Eso , el buenísimo, la comprensión hacia el delincuente, la animadversión por
el asaltado, la corrección social de los que incumplen las leyes violentamente
y todas esas cosas.
¡¡Valiente
país de mamarrachos!!
Una
portada de «ABC» del año 1988 con un dibujo de Antonio Mingote lo explica a la
perfección. Se desangra en una esquina un respetable ciudadano con un puñal
clavado en el estómago. Una amable viandante acude en su auxilio, y él, más
asustado por lo que le pueda suceder que por lo que le ha sucedido, le ruega a
la caritativa señora: «Y sobre todo, por favor, que no se entere el juez de que
le he pegado una bofetada al atracador».
Porque
en la España de hoy, y también en la del reciente ayer, impedir que asesinen a
una hija y desvalijen el negocio dos atracadores violentos es prueba
irrefutable de fascismo. Y disparar sin permiso de armas a los asaltantes, un
delito gravísimo. Malvado joyero.
¡Que
país más delicioso!
Por
Alfonso Ussia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario