martes, 10 de febrero de 2009

LIBERTAD Y DESPOTISMO.






Por qué la mayoría puede elegir el despotismo

10 de Febrero de 2009 - 09:33:03 - Pío Moa

La libertad es uno de esos conceptos intuitivos muy difíciles de definir. En todo caso todos nos proclamamos partidarios de ella, algo un poco innecesario, porque el hombre es libre inevitablemente, le guste o no. Incluso sometido a esclavitud puede optar por rebelarse, aunque arriesgue la vida. Por otra parte, la pasión por la libertad suele ser más retórica que real. Además, la libertad tiene un reverso sin el cual pierde sentido, es decir, la responsabilidad, y es bastante frecuente que esta tienda a rehuirse. Y en el ánimo humano no solo pesa la libertad, sino también otras cosas, como la seguridad, que pueden entrar en conflicto con la primera.

En política no se trata de libertad en general, sino de libertades concretas, principalmente las de expresión, asociación, reunión y movimiento, de las que dependen otras, y son la base de la democracia. Estas libertades pueden ser muy peligrosas para la cohesión y el orden social, dada la profunda individuación del ser humano, manifiesta en una gran diversidad y con frecuencia antagonismo de intereses y apetencias entre individuos y grupos. Las libertades pueden así conducir a la lucha de todos contra todos, y de hecho esa es la razón por la que la gente puede preferir un despotismo que al menos asegure el orden y la supervivencia de la sociedad. Ocurrió en muchas ciudades estado griegas, o, en el siglo pasado, en la república italiana tras la I Guerra Mundial o en la alemana de Weimar, o en España, tras la desastrosa II República. La colaboración o resignación de tantos franceses con los nacionalsocialistas tiene mucho que ver, también, con el desencanto de una república corrompida y con unas tensiones sociales extremas.

Ello indica que las libertades solo pueden sostenerse en un medio político donde sean comunmente apreciadas y exista suficiente respeto a la ley para que las tendencias contrarias no pasen de un cierto nivel. Pues las libertades deben aplicarse también a quienes las detestan, y existen necesariamente en la sociedad inclinaciones utópicas, esto es, totalitarias, siempre presentes en el ser humano ante las dificultades, incomodidades y diferencias que acarrean las libertades. Estas inclinaciones pueden imponerse si no son combatidas eficazmente y puesta al desnudo la realidad de quienes las atacan fingiendo lo defenderlas, táctica en la que han sido maestros los comunistas. Por eso, la atracción por el despotismo puede surgir incluso sin una previa crisis o corrupción de la democracia liberal, y volverse peligrosas, incluso preponderante al amparo de las libertades, corroyendo la ley y la convivencia (lo estamos viendo actualmente en España). En esas condiciones, o surge una alternativa que, manteniendo la democracia, consiga hacer recular las fuerzas tiránicas, o estas no dejen otra opción que la rebeldía, incluso violenta, aceptando una dictadura no totalitaria. Esto ocurrió en España en 1936; y en Europa occidental fue preciso verter verdaderos ríos de sangre para restablecer las libertades desde fuera.
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¿OVEJAS O CIUDADANOS?

Se ha escrito, en repetidas ocasiones, que muchos hombres actuales son como 'niños perpetuos'. No quieren crecer porque se sienten más cómodos en el claustro materno, aunque hayan salido (materialmente) de él. Superprotegidos por papá y mamá. Suelen ser groseros con el maestro. No respetan su autoridad. Asumen los derechos pero no los deberes. Quieren divertirse y rechazan el esfuerzo y el sacrificio. Este tipo de personas son 'carne de cañón' para los políticos totalitarios o de mentalidad totalitaria. Les ofrecen sustituir a papá y mamá. Y subvencionar sus botellones. O sea, el Estado protector.

Pero no hay nada gratis, y la libertad es el precio que hay que pagar. Dado que tienen miedo a la libertad (recordemos el título de la obra de Erich Fromm) prefieren no vivir la vida de manera auténtica, por utilizar una expresión orteguiana.

Son 'carne de despotismo'. Como sucede en Venezuela, como sucedió en los sistemas de socialismo realmente existente, como sucede (de manera más sofisticada y en un contexto político diferente) en la España actual, gracias a la 'revolución contracultural de Zapatero'. Apoyada, eso sí, por la mayoría de los medios de difusión y por unos políticos (muchos de ellos) sin principios. Me refiero a los principios de verdad, no a los de Grouxo Marx.

El miedo a la soledad, el miedo a la incertidumbre de la vida, al esfuerzo y al fracaso, empujan al hombre a convertirse en una oveja del rebaño. Ser miembro de una tribu. Sentir su calor. Por no tener el valor de vivir a la intemperie y mirar de frente el propio destino. Aunque nos construyamos, inevitablemente, en una circunstancia que no hemos creado. Una circunstancia que está ahí y que puede ser adversa.

Las sociedades tienen a los políticos que se merecen. Si pueden elegirlos.

Sebastián Urbina.


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