HUGO CHÁVEZ, NOBEL DE LA PAZ.
Hacía 33 años que no pasaba una Semana Santa en Caracas. Recordaba que era la semana más calurosa del año, y que los caraqueños nos refugiábamos en el cercano litoral caribe. Era época de mar de leva, y el agua de coco endulzaba las siestas. Nada ha cambiado, aparentemente. El calor húmedo, aplastante desde las diez de la mañana. Tan parecido al de los veranos en Barcelona (pero aquí, al menos, las noches son frescas). Y con o sin crisis, los caraqueños de cualquier clase y nivel sumándose en procesión a las largas colas de vehículos que abandonan la ciudad.
La novedad, ahora, es que el gobierno obliga a tomar vacaciones. Bueno, el gobierno es un decir impreciso: en vísperas, Chávez abrió su boquita y sentenció el cierre de todas las actividades empresariales y comerciales del país. Para ahorrar electricidad. De modo, como dicen los mexicas, que ni modo: todos al paro vacacional. Eso sí, la cáfila de ministros, viceministros y consejeros áulicos que va detrás de Yo, el supremo para recoger los pedazos de mobiliario que va destruyendo a su paso, trató de minimizar la catástrofe publicando una lista de empresas y servicios que quedaban excluidos de la medida (supermercados y abastos, centros de atención sanitaria).
Se mire por donde se mire, éste es el más clamoroso éxito de la gestión chavista: en diez años, Chávez y su entorno se han cepillado unos 150.000 millones de dólares sin invertir un céntimo en el mantenimiento de la red hidro y termoeléctrica del país. La compañía de inteligencia global Stratfor ha publicado un mapa interactivo de la crisis eléctrica en Venezuela. Doblemente instructivo: porque muestra con claridad que la capacidad de generación eléctrica instalada -instalada, mayoritariamente, por los gobiernos anteriores al de Chávez- bastaría para cubrir la actual demanda de energía del país, y porque para cada planta informa del diferencial entre capacidad y producción real.
Si digo que es todo un éxito, es porque en Venezuela está a punto de hacerse realidad la gran utopía ecologista: devolvernos a la edad de piedra. A la que juegan alegremente los habitantes de los países ricos, con apagones globales y campañas pseudocientíficas para convencernos de que “trabajar menos protege el planeta“. Hay que animar a estos valientes: que vengan a pasarse una temporada en Venezuela. O, ya puestos, que vayan a Corea del Norte, auténtico campeón planetario del bajo consumo de electricidad. Pero no para hacer turismo, sino para intentar ganarse la vida en medio de apagones de cuatro, seis o diez horas seguidas.
Mientras tanto, y ya puestos, que WWF y Greenpeace propongan al Nobel de la Paz la candidatura de Hugo Rafael Chávez Frías. Si lo recibió Al Gore por el único mérito de haber hecho una película falaz y llenarse los bolsillos dando conferencias, ¿quién se atreverá a negarle este honor al hombre que le ha cortado la luz a un país entero?
Ana Nuño es escritora. (Factual).
No hay comentarios:
Publicar un comentario