viernes, 4 de junio de 2010

PRADA Y EL LIBERALISMO.
















PRADA Y EL LIBERALISMO.

Dice J.M. de Prada que "El liberalismo, en fin, es el caldo de cultivo
que la derecha aliña, creando las condiciones sociales, económicas y
morales óptimas para el triunfo de la izquierda, que es la que mejor
ha sabido vender las falsificaciones de la libertad inventadas por el
liberalismo".


Leo, habitualmente, los artículos de Prada en ABC. Suelo escuchar un
programa ‘El gato agua’, a pesar de que se convierte, a veces, en un
gallinero en el que todos se interrumpen. Cuando está Prada, destaca por su claridad y profundidad. No se queda en las ramas sino que va al fondo, a la raíz del problema. Sus críticas al ‘Matrix progre’ merecen ser escuchadas. Y, además, no tiene complejos a la hora de decir lo que piensa. Quiero
decir, con estos prolegómenos, que tengo simpatía por el personaje.


Sin embargo, sus críticas al liberalismo me parecen desacertadas. La
cita inicial es una muestra de lo que digo. La primera pregunta sería
¿por qué el liberalismo es el caldo de cultivo para el triunfo de la
izquierda?


Veamos el caldo de cultivo del liberalismo y preguntémonos si facilita
el triunfo de la izquierda. Sin ánimo de ser exhaustivo, algunos de
los rasgos del liberalismo serían éstos:


Democracia representativa y defensa de los derechos inalienables de la
persona; libertad y responsabilidad individual; economía de mercado;
respeto por la propiedad privada; igualdad entendida como igualdad
ante la ley, no como igualdad de resultados. ¿Por qué estos, y otros, rasgos del liberalismo facilitarían el triunfo de la izquierda?


Se me ocurre una explicación. Que el liberalismo no transmite una
‘moral calida’ (basada en el amor y la generosidad) sino una ‘moral
tibia’, vinculada al respeto mutuo y a los derechos y obligaciones establecidos por el ordenamiento jurídico. Supuestamente, de tal carencia emocional se aprovecharía la izquierda. Ella lanzaría a los cuatro vientos su mensaje de solidaridad y emancipación. Por supuesto, falso como un duro sevillano, pero sus mentiras y el aparato de propaganda (el agitprop) harían el resto.


Mejor dicho, con la inestimable colaboración de una ciudadanía (parte
de ella) que está anestesiada por el ‘Matrix progre’ y quiere ser
‘políticamente correcta’.


Si esta es la explicación, es errónea. Y esto es así porque una
sociedad basada en el amor y la generosidad, no es alcanzable en las
sociedades extensas actuales como la nuestra. Los fuertes vínculos de amor, amistad y solidaridad (la ‘moral cálida’), propios de las comunidades
primigenias no son transportables a nuestras sociedades actuales,
excepto en las familias bien avenidas y la amistad íntima.
Lo han intentado los colectivistas, imponiendo desde el Partido o el
Estado, o ambos, el amor y la solidaridad revolucionarias. Ha terminado en tragedia.

El amor y la generosidad no se imponen. Tales experimentos han dejado como herencia, la coacción, el sufrimiento y el fracaso. Han tratado de imponer una ‘moral cálida’ a través de los comisarios políticos, la propaganda y la represión policial.

La naturaleza humana no es moldeable como si fuera un chicle. Somos capaces de no ser egoístas racionales con unas pocas personas, con un reducido grupo de íntimos, familiares o no. Pero no podemos extender este amor, esta generosidad, a todo el mundo. De ahí que una gran
conquista de las sociedades extensas, democráticas y liberales, sea el
respeto y el cumplimiento de nuestras obligaciones jurídicas, como
miembros de una sociedad civilizada. Este sería el mínimo exigible.


¿Qué puede ofrecer la izquierda? Utopía. Pero incluso un somero repaso
a la Historia, nos muestra que se trata de utopías ensangrentadas. Da
igual, pueden decir los críticos. No se puede vivir sin utopía.
Pues habrá que aprender. Las utopías ‘fuertes’, las que,
presuntamente, quieren cambiarnos radicalmente y construir el ‘hombre
nuevo’, son utopías totalitarias. Habrá que aprenderlo, o estaremos
condenados a repetir sus fracasos, miserias y sufrimientos.


En cambio, las utopías ‘débiles’, las que se esfuerzan por mejorar
nuestro entorno, natural y social, y a nosotros mismos, son utopías
factibles y enriquecedoras, aunque exijan determinación y esfuerzo. Y estas utopías liberales son compatibles con las creencias trascendentales, aunque no las exijan. Además, el egoísta racional sabe que es, también, un ser social. Aunque no sea tan generoso como Teresa de Calcuta, lo que no es exigible a nadie. Afortunadamente.


Y, ya por último, ¿cuáles son ‘las falsificaciones de la libertad
inventadas por el liberalismo’? Parece que, según Prada, son las
libertades que enfatizan el egoísmo individual, las que cultivan mi
‘yo’, en vez de servir al ‘bien común’. No tengo duda de que el bien
común es un aspecto clave de toda sociedad que pretenda ser justa.
Pero si la exacerbación egoísta de los derechos individuales puede
fomentar la atomización e insolidaridad social, la sacralización del
bien común puede facilitar la conversión de los seres humanos
individuales en simples partes de un todo, ovejas de un rebaño, en el que se difumina (o se persigue) la individualidad y la autonomía.


La naturaleza humana, según David Hume (1711-1776), no habría cambiado, sustancialmente, desde Roma hasta la Escocia de su tiempo. En este sentido, la naturaleza humana busca el propio interés, el propio beneficio, con las excepciones mencionadas. Y este egoísmo racional, en línea con Adam Smith, repercute positivamente en beneficio de la sociedad. En este sentido, los impuestos, por ejemplo, serían una forma civilizada de atender el bien común.


No se conocen, hasta hoy, sociedades mejores, política y
económicamente, que las liberales. No hay sociedades que hayan superado el egoísmo en aras del bien común. Lo que no significa que el debilitamiento de ciertos valores, como la simpatía altruista, el esfuerzo, el mérito, o el sentido de la responsabilidad, no vaya minando la fortaleza moral de nuestras sociedades. Pero esto no muestra ninguna falsificación de la libertad. Muestra, en todo caso, que la naturaleza humana es débil y tiende al egoísmo, salvo excepciones.

Y también nos permite ver que la izquierda, a través de la mayoría de los medios de comunicación, la LOGSE, Educación para la Ciudadanía, y lo que haga falta, va debilitando los valores que constituyen la base de la
cultura occidental, de la que formamos parte. Aunque no esté bien representada ni por Robinson Crusoe, ni por un monje de clausura.

Sebastián Urbina.

1 comentario:

OJ dijo...

Buen análisis, don Sebastián, de las palabras de J.M. de Prada. No obstante creo que, en torno a este tema, el señor de Prada ha dicho cosas más agresivas. Observe por ejemplo estas medio intervenciones en el Gato:

Juan Manuel de Prada: Yo no comparto ningún valor con el liberalismo. Yo soy antileral, ¿eh? He de decirlo. Y considero que el capitalismo... (le interrumpen)

JMdP: Bueno, yo creo que el liberalismo es un orden político injusto del que nace un orden económico injusto, el capitalismo y que generó una especia de herejía (o aberración) que fue el comunismo que no hubiese nacido....(le interrumpen)

JMdP: El comunismo nació como reacción frente al liberalismo.

Carlos Dávila: Sí, ¡entonces el creer en Dios genera ateos!

JMdP: No... yo creo que el liberalismo genera esclavitud y es una doctrina política y económica de....(le interrumpen)

Extraídas del vídeo (4:28) colgado en la entrada:
http://www.intereconomia.com/programa/gato-al-agua/etb-insulta-intereconomia